Se demuestran las primeras escuelas con epicentros en Fonseca, Valledupar, El Paso y Plato.

Por Abel Medina Sierra

Este año se cumple 30 años de la primera edición de la obra “Cultura vallenata: origen, teoría y pruebas” del abogado, historiador, ambientalista y compositor becerrilero Tomás Darío Gutiérrez. Con la obra de Gutiérrez, se establecen ciertos asertos que desde entonces se consideraron como canónicas en el estudio del vallenato. Por muchos años, se tuvo como casi exclusiva fuente reveladora y referente ineludible.

¿Por qué fue importante esta obra que cumple sus primeros 30 años? Son varias razones. Hasta ese momento, a nivel nacional se tenía como verdad lo que folclorólogos como Guillermo Abadía aventuraban a pontificar sobre el vallenato, música de la que conocían muy poco. Tomás Darío, fue el primero en contradecir tesis infundadas por este, según las cuales, el merengue vallenato provenía del dominicano y el son, del cubano. También, fue la primera obra sobre el vallenato que hace, no solo el estudio etnográfico de los instrumentos musicales indígenas de la región, del vallenato y su clasificación según las teorías de Curt Sachs y Erich Von Hornbostel.

El fuerte de la obra es el componente histórico, el cual evidencia el amplio conocimiento del autor sobre las gestas de conquista, el proceso de fundación y poblamiento de los pueblos de una región. El mayor peso y extensión lo tiene la historia de la región, para luego hacer una lectura de los sustratos culturales que se integraron en el ser caribe de esta región, el zambaje que toma como punto de partida para la cultura vallenata. En su mapeo del vallenato, Gutiérrez establece unas generaciones de cultores del vallenato y unas escuelas con epicentros en Fonseca, Valledupar, El Paso y Plato. El autor es prolijo en datos sobre las primeras manifestaciones y músicos del género.

Pero, en aras de la objetividad, así como algunas de sus tesis han sido aceptadas como acertadas, otras han sido puestas en la mesa de refutación. Entre las más aceptadas están la que sostiene que el vallenato no nació con la llegada del acordeón; que sus formas o ritmos son vernáculos y no aclimataciones de músicas foráneas; que no necesaria-mente el punto de entrada del acordeón es evidencia de ser cuna de esta música; que el vallenato es producto de creación colectiva y no individual. Por otra parte, se ha venido controvirtiendo el uso de la   denominación de Valle de Upar para referirse a la región donde nació esta música. Analistas como Luis Carlos Ramírez sostiene que ha habido con esta obra una invención de un territorio para soslayar el Magdalena y entronizar a la ciudad de Valledupar como cuna del vallenato. En realidad, nadie sabe con precisión dónde comienza y termina el Valle de Upar, la obra presenta 5 delimitaciones diferentes, además de ser una denominación anacrónica ya que muy pocos la usan, hoy Valle de Upar no es una región pues la denominación se limita a la ciudad capital del Cesar.

También se ha desvirtuado su tesis que José León Carrillo haya sido el primer acordeonero; el musicólogo Egberto Bermúdez ha criticado su filo indigenismo, es decir, presentar al vallenato como música de origen chimila, así como cuestiona que no llegó a probar en su libro la existencia de una cultura vallenata. Bermúdez y Héctor González han sostenido que, contrario a lo que postula Gutiérrez, el vallenato es más afro que indígena. Se critica que Gutiérrez no prueba la existencia de un conjunto Chimila, ni que la caja vallenata y la guacharaca provengan de esa etnia. A esto se suma, los escritos de Jacques Gilard, Ismael Medina y el círculo Cadis de Barranquilla que demuestran que el vallenato no es tan narrativo como lo postuló Gutiérrez en esta obra.

Pese a esto, ‘Cultura vallenata’ es la obra más referenciada sobre el tema y de obligada lectura, el estudio que más nos ha puesto a discutir a quienes tenemos esta música como objeto de análisis; ya sea para aprender de ella y refrendar nuestros asertos, para contradecirla o dialogar intertextualmente con ella, Tomás Darío nos dejó un aporte: sentó las bases para el estudio académico de un lenguaje musical que se llama vallenata. Pasarán los años y seguiremos citando esta obra que cumple 30 años.