Por Luis Cepeda Arraut

En mi reciente viaje a Uribia, la capital indígena de Colombia, tuve la
oportunidad de reencontrarme con el doctor Laureano Gómez Pana, amigo
inseparable y de vieja data. Dialogamos de manera precisa e hicimos un
recuento sobre la época de nuestra etapa política en Maicao, con clara
memoria sobre la conformación de su núcleo social y la presencia de
destacadas familias que hacían parte del entorno comercial fronterizo.

Entre la seleccionada lista de almacenes establecidos en el centro urbano de
la población, figuraba el Almacén Barranquilla, propiedad de los hermanos
Abudinen. Como cosa curiosa era el único establecimiento que solo vendía
mercadería nacional, cuya mayor clientela venía procedente del venezolano Estado Zulia. Cosa única en un mercado de contrabando.

Sus propietarios eran los hermanos Gilberto, José y Roque Abudinen, hijos de una familia de emigrantes sirios que se radico en Barranquilla. Entre socios afines, Intercambiaban semanalmente el relevo de su jornada laboral. El que quedaba franquicio viajaba a Barranquilla, sede residencial. José era el gerente del negocio. Persona de orden, correcto y todo un señor. Al igual que Roque, abierto, tratable, vistoso y conductor de la ética familiar.

Yo fui amigo íntimo de Gilberto. Nos visitábamos diariamente. Penetré en el
corazón de esa familia, noble y de buenos sentimientos. Fue tanto la
estrechez de nuestra intimidad personal que logramos incorporarlo a la
actividad pública, siendo elegido como concejal y presidente de la
Corporación Edilicia de Maicao. Gilberto nunca sobrepasó la línea de su
rectitud y de su honestidad comprobada.

Los Abudinen, integraron una familia que supo vivir y actuar. Sus vidas
fueron, esencialmente, fecundas y eficientes. Sin ningún tipo de interrupciones, transitaron por el camino de la rectitud y los principios
esenciales de la moralidad que engrandecieron el buen nombre familiar.
“Tom” Gómez y yo podemos dar fiel testimonio de ello.
Por estas razones, nos sorprende la divulgada noticia de los enredos
corruptivos de una descendiente de la familia Abudinen, afligida hoy por la
imputación de cargos relacionados con el posible robo de 70 mil millones de
pesos, destinados a llevar internet a los colegios públicos, ordenados por
Karen Abudinen, como Ministra del MICTIC. Actualmente, cursa una moción de censura en su contra, en la Cámara de Representantes.

Karen es nieta del recordado amigo Roque. Desearíamos hacer caso omiso a
ese penoso escándalo, que hace tránsito de su vida pública. ¿Será un montaje de fábulas persecutorias? Preferiríamos penetrar en el torbellino inmenso de tu noble cuna y no en el señuelo de tu juventud soñadora, descarrilada y triste. Mejor sería verte portando la insignia del legado familiar, en el ojal de la solapa, para que sigas siendo digna de tu legado ancestral.

Karen, hagamos uso de tu inocencia. Que el clamor de tu onda pena pase por la frente alta y que tus labios, impregnados de sentimiento, eleven al cielo taciturno la grandeza de ese honor familiar que nosotros conocimos. Lucha por reconquistar la alteza de ese prestigio. Sabemos que el pueblo de la Guajira siente esta misma invocación y advierte estar dispuesta a meter la mano en la candela en favor de la honra de la familia Abudinen. Dios quiera que sea así.