Por Nelson R. Amaya

Vigente en Colombia la polémica por una cláusula que se está pactando entre empresarios, inversionistas y propietarios de bienes raíces, en la cual se estipula que un acuerdo de voluntades puede revertirse si llega a ganar Gustavo Petro las elecciones para presidente de nuestro país, amerita algo más que una aceptación simple de que puede generar pánico económico.

El riesgo, la incertidumbre del futuro, es uno de los temas apasionantes en todas las disciplinas. Desde la filosofía, cuando busca serenar al hombre frente a lo que depare el porvenir, recordándole que puede tomar caminos en el ejercicio de su libertad para optar por una u otra forma de buscar el destino, o, llevado al otro extremo, con el determinismo y la conclusión de que hagamos lo que queramos, los resultados futuros están ya escritos en alguna página de algún libro que sólo Dios, a veces entendido como la naturaleza, o algún arúspice pueden desenredar.

Pero son precisamente los grandes inversionistas, aquellos que apuestan a resultados futuros de mercados, los que han ideado toda suerte de maneras técnicas de racionalizar lo que suceda a parar de un momento y en diferentes estadios en el tiempo, sobre dos principios básicos: que el riesgo es la probabilidad de ocurrencia de un rendimiento diferente del esperado, y que a mayor riesgo la rentabilidad que se demande de la inversión debe ser más alta. En consecuencia, cada vez que los actores de inversiones deben escoger una entre varias, la medición del riesgo es parte fundamental del acumulado de razones y criterios para llevarla a cabo.

Unos de esos factores que afecta los mercados de futuros está relacionado con el comportamiento de los aspectos fundamentales de la geopolítica, es decir, lo que sucede en el mundo que puede alterar la relación futura entre oferta y demanda de bienes transables nacional o internacionalmente, que son básicos para los portafolios de inversionistas y su impacto en las bolsas de valores. Así, un suceso que influya en la oferta de petróleo o de los fletes, como una alteración de la paz en el golfo pérsico, va a impactar el precio en el mercado de casi todos los productos, ergo, de casi todas las acciones que se transan y en consecuencia del valor de las empresas que las negocian.

Los bancos de inversión, los administradores de fondos de pensiones y hasta los inversionistas individuales en activos financieros, monitorean permanentemente los sucesos políticos para ver de aquellos que puedan afectar su capital. Las transacciones de acciones en bolsas no sólo se hacen por la necesidad de liquidez, sino también por la recomposición de riesgos en el portafolio y, por supuesto, por la aparición de un evento que pueda generar pérdida en las rentabilidades y en el valor del patrimonio. Hasta ahora nadie se ha quejado de los cambios en los precios de acciones como consecuencia de la posible invasión de Rusia a Ucrania, y tampoco observo demandas financieras masivas a Putin por su actuar belicoso.

Colombia no es ajena a las mediciones de los mercados de futuros. Somos un minúsculo componente de las transacciones de los principales mercados bursátiles, y lo que sucede en nuestro país es apenas relevante en el contexto de la economía global. Pero aún así, los precios de nuestros activos se afectarán por razón de las decisiones políticas que tomemos como conjunto de ciudadanos, sobre todo respecto de la elección presidencial.
Precisamente vemos ahora que la cláusula Petro no deja de ser sino uno más de los mecanismos para prever el impacto de hechos futuros en los negocios. Ya se percibió por ejemplo que el precio de la acción de Ecopetrol, la empresa más grande de Colombia cuyas acciones se transan en bolsa, está sujeto a variación positiva o negativa, en la medida en que en sus declaraciones un aspirante a la presidencia cuente decisiones que tomaría y que afectarían las estrategias de dicha organización. Eso sí puede generar pánico económico, pero no veo a nadie denunciándolo por ello.
De manera que los inversionistas saben cuál es el verdadero riesgo y cómo pueden llegar a acuerdos privados para confirmar o reversar sus movimientos empresariales. Difícil pretender que no lo hagan, so pretexto de incurrir en cláusulas ilegales. Además, si son acuerdos privados, de dónde sacan que se generaría pánico económico? Es su propia visión del riesgo de su negocio lo que está en juego y nadie está obligado a quebrarse porque nos llegue un gobierno que en su percepción pueda alterar la estabilidad económica del país. Cada cual es dueño de su propia forma de ver las consecuencias del futuro en su vida. Eso es libertad, no ilegalidad.