Por Carlos Julio Gómez

En una columna de opinión titulada ¿Así enseñan planeación en Harvard? denuncia el señor Luis Alonso Colmenares Rodríguez, y él tiene por qué saberlo, que el exgobernador de La Guajira, Nemesio Roys Garzón, una vez le fue anulado su nombramiento como gobernador, repartió entre trece de los quince municipios de La Guajira, la bicoca de trescientos mil millones de pesos. Así, sin anestesia, trescientos mil millones, un bojote de plata que no lo brinca un chivo.

Y ese hecho, que en otras circuntancias pudo ser calificado como hermoso y noble, ha generado una dura confrontación de dimes y diretes entre el pequeño grupo de adláteres enmermelados que raponean la mesa de los recursos públicos en nuestro departamento y el gran coro de sedientos, hambrientos y harapientos de esta tragedia guajira, que parece ser infinita como el nivel de corrupción e insensibilidad social que exhibe esta kakistocracia que se apropió de nuestra región hace ya muchos años.

Y todo porque ese nazareno, flagelado, caído y sin esperanzas de resurrección, en que estas Asociaciones para delinquir, camufladas como partidos y/o movimientos políticos y poseedoras de especialidades, maestrías y doctorados en Apropiación indebida de los recursos públicos, han convertido a nuestro pueblo, que desde el último puesto en los escalafones del departamento nacional de estadísticas –DANE, parece destinado a vivir entre desencantos y traiciones, no logra comprender que esta ingente cantidad de recursos se haya destinado a obras suntuarias mientras el hambre y la miseria campean a sus anchas por todo el territorio guajiro.

Parece a que al exgobernador y a sus trece alegres compadres se les olvidó que, si bien “No sólo de pan vive el hombre” – y la mujer, y el hombre que es mujer, y la mujer que es hombre e, incluso, aquel que dice no ser mujer ni hombre- el pan es necesario para que todos ellos, ellas y elles, puedan conservar eso tan elemental llamado vida. Se les olvidó igual, que los romanos primero pedían pan -quizás por aquello de que barriga llena, corazón contento-. El circo que viniera luego; y que, allá donde Neme estudió, un psicólogo llamado Abraham Maslow elaboró una teoría expresada en una pirámide de necesidades humanas y coloca como base de la misma agua y comida y, seguidito de estas, vestido, vivienda, salud y trabajo, ninguna de las cuales se recogen en la inversión proyectada.
¿Será que Neme no asistió a esa clase? ¿O será que vio la pirámide invertida?

Porque solo aceptando que a pesar de los tantos títulos se es un ignorante, o se vive de la ética del filibustero, se puede entender que en una región que no sólo encabeza el mapa geográfico sino también el de la pobreza monetaria, extrema y multidimensional; que de un millón de habitantes tiene más de seiscientos mil por debajo de la línea de pobreza; donde los centros de salud, los hospitales y las escuelas se caen en pedazos; donde miles de niños y niñas se mueren de hambre o padecen desnutrición severa y donde se esconden las altas cifras de deserción y reprobación escolar por falta de equipos informáticos o conectividad, sus autoridades políticas pretendan vendernos la idea que todo eso se resuelve con piscinas olímpicas, patinódromos, canchas sintéticas y parques ornamentales.

En un mundo azotado por la pandemia de la Covid 19, que a diciembre del año pasado aporto 35 mil nuevos pobres al departamento, con ese bojote e’plata ¿cuántos subsidios pudimos haber entregado? ¿Cuántas viviendas haber adecuado? ¿Cuántos equipos informáticos otorgado a los miles de niños que perdieron el año?, ¿cuántas instituciones escolares construido o reestructurado para recibir a los estudiantes en presencialidad? ¿Cuán-tos centros hospitalarios mejorar o construir para el aislamiento de los enfermos? ¿Cuántos virólogos, infectó-logos, internistas e intensivistas contra-tado para la atención de nuestros enfermos?, en fin, cuánta miseria, dolor y muerte hubiéramos evitado si este Jake Sully Roys, devenido en gobernador de los na’vi wayuú, hubiera aprendido que la mejor Política social, tal como decía Simón Bolívar, no es la que llena los bolsillos del dirigente y sus amigos sino “la que produce la mayor felicidad y bienestar al mayor número de individuos”.

Parece, doctor Colmenares, que eso tampoco lo enseñan en Harvard.