Por Weildler Guerra Curvelo

En días pasados el famoso magnate de origen sudafricano Elon Musk afirmó en un evento que las universidades “son básicamente para divertirse y demostrar que se pueden hacer tareas, pero no para aprender”.

Para expresar este juicio se apoyó en el éxito económico de figuras como Bill Gates y Steve Jobs que dirigieron exitosas compañías, aunque abandonaron la universidad. La controvertible expresión del multimillonario revive una antiquísima discusión sobre la utilidad o inutilidad del conocimiento en las sociedades humanas y el papel de las universidades en su gestión.

Lo afirmado por Musk nos remite a un breve y precioso libro del humanista italiano Nuccio Ordine llamado La utilidad de lo inútil. El libro es un viaje exploratorio por los paisajes del pensamiento humano desde los clásicos griegos y roma-nos hasta los filósofos y artistas contemporáneos. El debate es pertinente porque algunas áreas del conocimiento como las humanidades y las artes tienden a ser cada vez más subvaloradas en beneficio de lo técnico y de lo que se conoce como el conocimiento utilitario aquel que es usable, sirve para fines considerados “prácticos” o puede generar riqueza material. La lógica del mercado impulsa a las universidades de hoy a convertirse en universidades empresas y los estudiantes, más que buscadores de conocimientos, son vistos como meros clientes decisivos para su sostenimiento.

El tema no escapó a Michel de Montaigne en sus célebres Ensayos cuando afirmó que “en la naturaleza nada es inútil…ni siquiera la inutilidad misma”. Ordine cita a Eugene Ionesco quien dice que “si no se comprende la utilidad de lo inútil y la inutilidad de lo útil no se comprende el arte”. No se trata, nos recuerda el

autor, de generar una oposición binaria entre algunos campos de las ciencias y las humanidades, sino de reconocer el valor de la pura teoría en distintos campos del conocimiento. La teoría es la tranquilidad pura y el modo más elevado del pensamiento.

El hombre moderno, afirma Ordine, “que ya no tiene tiempo para detenerse en las cosas inútiles está condenado a convertirse en una máquina sin alma”. Es el conocimiento considerado inútil el que nos libra de convertirnos en fanáticos delirantes y el que nos permite el ejercicio de la curiosidad, la duda, la crítica y la ironía que nos otorgan la capacidad de crecer y de actuar como seres autónomos. De allí la importancia de preservar los estudios de las lenguas consideradas muertas como el griego y el latín, el mantenimiento de las bibliotecas, archivos, centros de pensamiento y museos, aunque no sean considerados contablemente rentables.

Elon Musk olvida que él mismo tiene títulos en economía y en física de la Universidad de Pensilvania. Esa formación debe haber contribuido en algo a su deslumbrante éxito actual. Sin embargo, habla desde el pedestal de empresario exitoso consciente de la capacidad de influir en el mundo de los negocios y en la sociedad actual. De allí el riesgo que generan sus palabras. Ello me recuerda una memorable frase de Sancho Panza: “las necedades del rico pasan en el mundo por sentencias”