Por José Soto Berardinelli

La alerta que envía el profesional guajiro a los representantes a la Cámara por La Guajira en el caso de la ministra Abudinen.

Los grandes cambios sociales de la historia de la humanidad se iniciaron en un proceso de indignación colectiva que surgió en defensa de la libertad para protestar por la inequidad y la injusticia o para rechazar la impunidad. En Colombia estamos ad portas de padecer un proceso de cambio originado por los estragos de la corrupción y por la degradación de nuestra democracia. Durante la última semana el país se ha estremecido con los flagrantes y vergonzosos casos que han puesto en evidencia nuestro ADN de la corrupción. Un virus enquistado en todas las instancias de la Nación.

Una ministra que regala alegremente setenta mil millones de pesos, un alcalde que entrega un billón de pesos para sembrar árboles y tres gobernadores que firman contratos sin los requisitos de ley son apenas un pequeño muestreo de la corrupción que nos corroe. Vivimos una situación extremadamente grave. Con semejante corrupción no tenemos futuro. Ella va en aumento alimentada por la impunidad. El corrupto sabe que haga lo que haga no le pasará nada; por ello, cada vez más, crece la gradualidad del delito. Están convencidos que quienes los investigan garantizan impunidad.

¡Qué pesar por Colombia!

Quienes creímos que el gobierno Duque cumpliría su promesa de implementar una cruzada implacable contra la corrupción, hemos quedado perplejos porque no ha reaccionado como corresponde ante el vergonzoso y descarado robo en el Mintic. Admito que debemos observar la presunción de inocencia; y aunque no llegaré al extremo de exigir a la Ministra que cumpla su promesa de ir al cementerio por su incumplimiento, creo que el caso debe ser rápida y rigurosamente investigado para que se castigue ejemplarmente a quienes participaron en este oprobioso crimen contra nuesra juventud.

Más allá del robo, que –repito– debe ser investigado por las instancias pertinentes, quedó evidentemente demostrado que por lo menos hubo exceso de negligencia por parte de la ministra. Y debe pagar por ello. Personalmente me duele mucho esta situación. Me duele por ella como persona y por el colectivo humano de nuestra región. Desalienta que cada vez que tenemos la oportunidad de mostrar al país nuestro recurso humano, este contribuya a aumentar el estigma de informalidad y corrupción con el que nos etiqueta el centralismo bogotano. Como duele tamaña realidad.

Es indispensable trabajar en una estrategia de región para cambiar semejante afrenta. Nuestros líderes deben reflexionar sobre nuestro futuro. No podemos permitir que nos sigan descalificando como gestores de nuestro propio desarrollo. Esto no es un mal menor. Es una verdadera tragedia.

Tenemos que rescatar nuestro sentido de pertenencia y de respeto hacia la región. Debemos implementar una estrategia de cultura ciudadana que imponga un manual de comportamiento decente en todas las instancias públicas de nuestro acontecer. Los ciudadanos debemos convertirnos en veedores de la conducta de los funcionarios que nos lideran en todos los niveles. Debemos ser exigentes con cada una de sus actuaciones.

Estaremos a la expectativa de cómo actúan y cómo votan nuestros Representantes en el congreso en caso de que prospere una moción de censura contra la Ministra negligente. Ellos demostrarán con su voto si cohonestan con las mañas de la corrupción nacional y las deficiencias en la gestión pública, o si están dispuestos a detener nuestra peligrosa carrera hacia la anarquía total que nos podría convertir en un Estado inviable. Si no castigamos a los culpables, los delincuentes nos seguirán gobernando.