Por Juan Lozano Ramírez

La sonrisa cínica con la que quedó registrado en una de las fotografías que le dio la vuelta al mundo tras su captura, logró irritar hasta el asco a este país que espera que pague por todos sus crímenes. Que no se fugue, que no lo suelten, que no se evada, que no lo rescaten sus secuaces y que si lo extraditan, como al parecer ocurrirá muy pronto, que no sea beneficiado con ninguna de las modalidades del sometimiento ‘light’ que tienen a tantos narcos de regreso en Colombia, empeñados en recomponer sus emporios criminales tras unos pocos años recluidos en alguna cárcel del país del norte.

La síntesis del crimen, la antología del delito, la galería del horror, todas a una están recogidas en la vida del tenebroso delincuente y narcotraficante alias Otoniel, a quien le figuraban al momento de su captura, según la Policía Nacional, 7 sentencias condenatorias, 8 medidas de aseguramiento, casi 130 órdenes de captura, dos circulares rojas y una azul de Interpol, un pedido de extradición a Estados Unidos, además de ofertas de recompensas para someterlo a ley por 5 millones de dólares en Estados Unidos y 3.000 millones de pesos en Colombia.

Durante más de 30 años de siniestra vida terrorista, narcotraficante y criminal, ‘Otoniel’ fue guerrillero y paramilitar, pasó por el Epl, por las Farc, por las Auc, por las bandas criminales, por las oficinas de cobro, por las organizaciones sicariales, por los carteles de la droga y, claro está, por el robusto ‘clan del Golfo’, ese tenebroso cartel del narcotráfico, el microtráfico y la minería ilegal, donde fungió como su máximo líder asociado con los narcos mexicanos y otros prófugos internacionales del bajo mundo.

El itinerario delincuencial de ‘Otoniel’ confirma que en Colombia, antes, durante y después del malhadado proceso de paz con las narco-terroristas Farc, el cambio de brazaletes es cosa de todos los días para un reguero de criminales a los que solo les interesa la búsqueda de plata-formas delincuenciales para seguir narcotraficando, sembrando el terror, asesinando, desafiando al Estado, acumulando riquezas malditas y comprando virginidades o arrebatándolas mediante escabrosos crímenes sexuales perpetrados muchos de ellos contra menores de edad para satisfacer sus impulsos animales.

Antes de mandarlo en algún avión de la DEA, eso sí, nuestras autoridades se deben asegurar de que las verdades de ‘Otoniel’ desenmascaren a sus socios, aliados, compadres, testaferros, lavadores y colaboradores tanto aquellos que se encuentran vinculados con las organizaciones criminales, como aquellos que son funcionarios del Estado, miembros de las instituciones uniformadas, de los organismos de inteligencia o dirigentes políticos que hayan pasado por el Congreso, por las asambleas y los concejos, alcaldías y gobernaciones.

Al presidente Duque, al fiscal Barbosa, al ministro Molano, a los generales Navarro, Zapateiro y Vargas y a los muchos centenares de hombres y mujeres que participa-ron en esta exitosa operación por aire y tierra, nuestra voz de reconocimiento y gratitud como colombianos, pues lograron lo que parecía un imposible después de tantos lustros de persecución. Gracias, Presidente. Se demostró que ningún criminal, así se ría y se burle, puede creerse invencible desafiando al Estado colombiano. Y gracias al apoyo de los gobiernos y fuerzas aliadas de Estados Unidos y el Reino Unido.

Probablemente, fieles a su actuar y mientras se consolida la línea de sucesión en el ‘clan del Golfo’, sus secuaces perpetrarán acciones terroristas, paros armados, actos de venganza. Las autoridades lo saben y entienden que la acción contra sus lugartenientes no puede detenerse.
Muerto ‘Otoniel’, varias decenas de Otonieles menores vienen detrás y seguirán viniendo mientras no cambien las condiciones estructurales que han favorecido su surgimiento. Lecciones aprendidas.