Por Nelson R. Amaya

Petro lo sabe. Lo tiene claro. Su conocimiento de la realidad política colombiana y su gran habilidad, le permiten buscar las mejores maneras de que su mandato, sin hablar de sus pretensiones de extender la línea de pensamiento dominante por varios períodos más, sea efectivo en el logro de sus intereses fundamentales, los cuales, con plena evidencia, no han cambiado desde cuando decidió hacerse con el poder. Y lo ha logrado con su persistencia, estrategia y enorme contribución de la incapacidad del sector contrario en expulsar los parásitos que terminaron devorando su posibilidad de continuar en el poder.

Lo primero, su triunfo implica el aprovechamiento del tiempo. No puede distraerse con cambios radicales en las instituciones por vía de convocatoria a referendos, plebiscitos o constituyentes, ya que su victoria presidencial no fue contundente ni acompañada por un control del Congreso. Ergo, Hay que trabajar con lo que hay, y eso es el apetito conocido de los partidos, buenos para elegir y reelegir parlamentarios, pero ya incapaces de hacerse con el poder presidencial. Ya sabemos que buscarán camuflar sus instintos, disfrazar sus apetitos y pactar lo que sea con tal de que puedan tener, así sea la ilusión, el acceso al presupuesto y la burocracia. EL mantener la que ya tienen les será suficiente por un rato. Genuflexos, brindarán apoyo a la reforma tributaria sin parámetros de protección de la clase media, la más afectada por los brochazos iniciales dados por el ministro de hacienda. La forma más eficiente de garantizar que le funcione el congreso es disponer de un veterano como Roy Barreras en la tarea de engrasar con suficiencia la maquinaria que saque como pepa de guama las reformas que harán la diferencia de sus pretendidos estructurales. Además del tema tributario, aparece por otro lado la reforma agraria que vemos llena de sesgos subjetivos sobre ciertos renglones de producción agropecuaria, abundante en ataques a la libertad de cada ser, tuerta con los efectos de los cultivos ilícitos e impulsada por una veterana de la élite del liberalismo, que quiere hacer gala de unos criterios desuetos, desprestigiados y arcaicos, con los cuales ha fracasado la inequitativa repartición de la tierra expropiada en todas las latitudes. Aun así, grasa y mermelada pondrán a andar con acelerada y pasmosa mayoría, lo que el presidente electo quiere, sin necesitar reforma política. Punto para Petro.

A lo anterior se suma el hecho de que las cortes han tenido desde hace tiempo una tendencia en sus fallos que no se ha distinguido por contrariar muchos de los postulados de la izquierda política en la que abreva el presidente. Así que no se espera que sea un obstáculo para la revisión de lo que salga del congreso, máxime cuando los pocos posibles rebeldes pertenecen a los partidos políticos con los cuales ha llegado a “acuerdos”, que son en la realidad capitulaciones. Por supuesto que lo anterior hace innecesaria cualquier reforma del sistema judicial por el momento. Punto para Petro.

Análisis aparte merecen los “vintage” del pacto de gobierno. Unos, ya mencionados, reclutados sin que aparezca clara la razón, vienen de grupos políticos de tradición y posan ahora de precursores del cambio. Casi lloran cuando se anunció el triunfo de su nuevo líder. Emocionados, veían que iban a lograr cambiar lo que ellos mismos no habían podido, aun cuando tuvieron todo el espacio político para hacerlo por cuarenta años. Los nombres son tan evidentes y variados que no gasto “tinta” en listarlos. El nuevo patrón les da alas, para que expíen sus culpas en estos cuatro años de purgatorio gerencial. Algunos que todavía no consiguen cupo en la palestra, piden desaforadamente que se calmen los mercados financieros con una afirmación del electo, o que se revisen los cambios radicales que propone el gobierno en el sistema de salud. Nadie los mandó a levantarse del sillón, en donde estaban cómodamente sentados, añorando los tiempos en los cuales les hacían caso. Punto para Petro.

Falta todavía más de la mitad del gabinete por designar, y por supuesto la mayoría de las políticas públicas que marcarán la agenda de los dos primeros años de gobierno. Pero como va, el presidente se saldrá con la suya sin tocar las otras dos ramas del poder público, sobre lo cual teníamos todos los colombianos, los 11,3 millones que lo votaron, y los otros 10,5 m que votamos por el ingeniero fallido, enormes esperanzas de que los cambios empezaran por allí. Quedaremos pendientes si en la segunda parte del periodo los logre impulsar. Los necesita el país, los demanda la gente. En eso hay consenso.