Hoy en el papel hay pluralismo político, pero en la práctica hay más bien políticos de los partidos tradicionales con etiquetas de partidos nuevos. Inclusive, activistas de los movimientos de izquierda han copiado el discurso y las mañas de los tradicionalmente tradicionales. 

Por Martín López González

El Pacto Histórico es una amalgama de intereses dispersos. Quince partidos y doce movimientos sociales y étnicos confluyeron para elegir a Gustavo Petro presidente, y con muchos forcejeos, presentar listas unificadas al Congreso. Pero los egos e intereses personales primaron y en las elecciones de octubre pasado presentaron 2.452 listas individuales, mientras que el Pacto como tal presentó apenas 90. La Guajira no fue la excepción, con solo seis listas unificadas y muchas de sus partidos. Perdió la oportunidad de cohesionarse internamente y recargar las fuerzas que hoy el presidente Petro necesita en un partido único.

Evidentemente estamos pasando por una crisis tanto en los partidos tradicionales como en los nuevos. Al mismo tiempo surgen caudillismos que corroboran que los partidos son solo nominales y que se puede pasar de uno a otro sin cambiar de ideología ni de principios. Hoy en el papel hay pluralismo político, pero en la práctica hay más bien políticos de los partidos tradicionales con etiquetas de partidos nuevos. Inclusive, activistas de los movimientos de izquierda han copiado el discurso y las mañas de los tradicionalmente tradicionales. 

No existen discursos o propuestas que identifiquen a partidos o a movimientos o proyectos de región o de ciudad emanados de ellos. Es más, en épocas de alianzas y agrupaciones con miras a elecciones se da una invisibilidad de partidos; es común oír hablar de personajes. En unas controversias que se parecen más a las que generan las fanaticadas de conjuntos vallenatos con relación a cuánto cobran por toque y a cuánta gente convocan, que a eventos democráticos para elegir a los dignatarios gobernantes.     

Así pues, en vez de hablar del Liberalismo, Conservatismo, Partido de La U, Polo Democrático, Colombia Humana o Partido Verde y de sus propuestas para la región y sus ciudades, se habla de Alfredo, Jarito, Nemesio, Jimmy Boscán, Kaloy, Lucho Gómez, Wilder, Lobo, en lo regional y en Riohacha de Genaro, José Durán y de Beto Ibarra, como quien habla de Poncho Zuleta, Silvestre Dangond, Villazón o Jorge Celedón. La cosa se vuelve aún más ramplona cuando se menciona cuánto le pide el uno al otro en efectivo en supuestos “acuerdos programáticos” por su respaldo, incluyendo a los líderes alternativos.

La percepción de la política sin partidos, tanto a nivel nacional como en nuestra región, sorprende a la ficción. Parece agotado el discurso partidista. Cada vez es más evidente el personal. Los partidos son meros ropajes momentáneos para coyunturas y competencias electorales. Amén de los errores que se pueden atribuir al gobierno Petro, este se estrelló contra el statu quo de Colombia, que es el más retrógrado de Latinoamérica. Existe una gran muralla política, económico y jurídica diseñada para impedir los cambios fundamentales y permitir solo pequeños ajustes; esta es la razón más poderosa y auténtica para consolidar un partido único alternativo.

El Pacto Histórico se dejó permear convirtiéndose en otra expresión del clientelismo con el discurso “del análisis concreto de la situación concreta”, para justificar las negociaciones personales y cálculos electorales, ahondando rivalidades y vanidades. Hoy en todas las orillas los políticos representan esos intereses particulares y por eso no tenemos partidos sino alianzas movedizas de parlamentarios y consultas populares para escoger los candidatos a la presidencia. El llamado de Petro a consolidar un partido único ha hecho más evidente los roces entre los líderes alternativos. Eso fortalece a las maquinarias tradicionales.

En La Guajira la principal causa de esa debacle ha sido la renuencia de cada una de las cabezas visibles de esas fracturas alternativas de sentarse con los otros a reflexionar en torno a prioridades y alianzas. Cada uno de ellos prefirió hacerlo con los depredadores habituales de la politiquería, antes que entre sí, sin pensar en el futuro inmediato. Haciendo mucho más difícil lo que hoy quiere el máximo líder de esa colectividad, atizado por el chisme, la egolatría y los intereses personalistas.

Así pues, hoy es más difícil unir a todas las tendencias alternativas, si así se le puede llamar, pues debates político-ideológico no existen. Los caminos tomados por los líderes alternativos en La Guajira socavaron los ideales unitarios y lavaron la cara de los más corruptos, desafiando la lógica y la transparencia. Las pasadas elecciones tenían la posibilidad de cambiar el rumbo de la región, pero la falta de coherencia y unidad confundieron y decepcionaron a muchos electores y hoy por hoy tenemos a una derecha fortalecida.