Por José Soto Berardinelli

Hace más de un año soportamos con impotencia la dolorosa muerte de seres que amamos. Ellos fueron presa fácil de la letalidad de un virus implacable, silencioso, selectivo. Un virus que llegó a cambiar el sentido de nuestras vidas. Un virus que ha puesto en jaque a los humanos todos, sin distingos de raza, clase o color. Ese virus, ha afectado, de una u otra manera, a todos los habitantes del planeta. He visto partir, antes de tiempo, a familiares, a amigos, a mucha gente.

Hoy me ha dado un duro mazazo en el alma. Me ha infligido un dolor sin límites. Se llevó a una de las personas que más he amado. A mi querida Ruth, mi prima, mi hermana, mi amiga. Se llevó a un ser humano extraordinario, inigualable, irrepetible.

Ella era todo entusiasmo, todo en ella era pasión. Era única. Amó a su familia, a Riohacha, a La Guajira, por sobre todas las cosas. Soñaba con la grandeza de su tierra, con el bienestar de su raza. Luchaba día a día, hasta el cansancio, revestida de una integridad absoluta, armada de una dulzura indescriptible, de una fe inquebrantable, de un esfuerzo tesonero, para lograr los objetivos de grandeza.

La familia, La Guajira, los amigos, hoy, hemos sufrido una inmensa pérdida. Hemos perdido a un ser irrepetible. Creo imposible encontrar como reemplazar su hacer elegante, sutil y sencillo, que transformaba en resultados palpables los propósitos de sus sueños.

Te lloraremos siempre, prima hermana, porque fuiste única. Eras luz y guía de todos cuantos te amamos tanto. Jamás pensé que algún día tendría que escribir estas palabras de adiós, o a sentir lacerada mi alma por el dolor de tu partida prematura. Jamás pensé vivir esta amarga experiencia.

No obstante, me resigna tener certeza en la fe de que el Dios que tú amabas, el que tú seguías, tomó la decisión de anticipar tu viaje al infinito para convertirte en una estrella rutilante que alumbrará la senda que recorrerán tus hijos, tu familia, tus amigos. Estrella incandescente que alumbrará también el futuro de esta tierra bendita, la que tú amaste con un amor inefable. Buscaré en el refugio de la gracia de Dios, fortaleza para aceptar sus designios y seguir soportando la carga de dolor que arriamos sobre el camino por el que transita nuestro destino.

Paz eterna en la tumba de tu vida, prima Ruth.