Por: Miguel Samper Strouss

Tras años de intervenciones y llamados desesperados, la supervivencia sigue siendo la lucha de los habitantes de La Guajira, especialmente de los niños. La situación de falta de alimentos y agua que, a pesar de ser de público conocimiento, no parece estar en el centro de las preocupaciones nacionales, no parece tener fin. Hoy nos preguntamos: ¿los gobiernos no han hecho nada? ¿Por qué no hay una solución definitiva?

Comencemos aclarando que sí existe un historial de inversión pública para intentar dar respuesta a la falta de agua y alimentos, los áridos suelos del departamento han sido testigo de los proyectos de los gobiernos. Allí se descubren escombros de pozos públicos y plantas desalinizadoras que dejaron de funcionar por falta de mantenimiento. De los 29 pozos que instaló el Gobierno Nacional hace menos de ocho años, 27 no cumplen de manera óptima su propósito y varios de ellos no funcionan en absoluto por la falta de sostenimiento.

Mientras se pudren los cascarones de lo que se soñó fuera una fuente de agua potable para los guajiros, especialmente para la comunidad Wayúu, los niños indígenas siguen muriendo por desnutrición. En septiembre ya se hacían públicas 17 muertes de menores en lo que iba corrido del 2021, sin contar el subregistro que se mantiene de estos desgarradores sucesos en el departamento.

Muchos dirán que no hay infraestructura que resista y que no se puede dar respuesta al problema del agua y del hambre en el departamento. Pero, sí es posible. En el 2017, con la Agencia Nacional de Tierras, entregamos invernaderos para la producción de 250 toneladas de alimentos anuales. Estas infraestructuras, con capacidad tecnológica para controlar la temperatura y garantizar el suministro permanente de agua sacada de pozos subterráneos que distribuyen el líquido impulsados con energía solar y eólica, son uno de los múltiples caminos para impedir que los niños sigan muriendo de desnutrición.

En su momento lo advertí, y hoy lo repito: los recursos, la tecnología y la voluntad son el primer insumo, pero se necesita, sí o sí, de la Gobernación y las autoridades locales para realmente contribuir a la seguridad alimentaria del departamento. He aquí el abismo que pone en riesgo las soluciones definitivas: la ausencia permanente de coordinación entre el Gobierno Nacional y las autoridades locales.

La Guajira necesita que los invernaderos y el resto de iniciativas sobrevivan, pero la falta de sostenibilidad hace que cada millonaria inversión afronte el peligro inminente de fracasar. ¡Que sigan los proyectos! Sí, pero con recursos para su continuidad y capacitaciones para las comunidades que reciben la infraestructura, para que no se conviertan en basura en medio del desierto.