Por una península integrada, equilibrada y próspera.

Por Nelson Rodolfo Amaya C.

Sí, La Guajira es verde. En una importante proporción de su territorio, el mundo de la Sierra Nevada de Santa Marta nos da generosa y abundante agua  limpia, cristalina, que riega las praderas cultivables y aprovechables en la ganadería y que se extienden por todos los municipios del sur del departamento, Riohacha y Dibulla. Hasta Maicao y Albania alcanzan a recibir las bondades de tener su agua.

La Guajira árida, la seca del norte, la Wayuu, como todo en la vida, tiene otros  beneficios naturales que escasean en la verde: la energía del gas, y ahora, la del viento, el sol y el hidrógeno verde. Barrancas cumple en el puro centro de  la península su rol de recibir los varios estados de la naturaleza, al igual que el  de aportar el carbón que buen empleo y regalías nos ha dejado.

Esta descripción no pretende nada distinto de enmarcar las acciones que quiero proponer para que las décadas por delante nos permitan corregir errores del pasado y a la vez realizar nuestra propia transición de desarrollo,     de la mano de la transición energética.

Ahora, cuando el mundo se mueve hacia una energía ambientalmente limpia,  La Guajira tiene su significativo y generoso aporte a ese propósito. De dar el gas para el consumo local y el carbón para la generación internacional, pasaremos a brindar un nuevo balance en la canasta energética colombiana y  una oferta interesante también al consumo internacional.

Y de la mano de esa conversión, aparecen unos nuevos actores empresariales  que buscan permanecer en la región por un largo tiempo. Ya El Cerrejón y Promigas no son las únicas fuentes de ingresos y empleo para nosotros. En la medida en que se consoliden los parques eólicos, previo cumplimiento de todos los beneficios que las comunidades dueñas ancestrales del territorio requieren, habrá unos interlocutores adicionales muy atentos a los nuevos rumbos de lo que se denomina Responsabilidad Social Empresarial -RSE-, es decir, esa actividad que las organizaciones realizan en el entendido de que el lucro propio sin beneficio colectivo se vuelve la peor expresión de egoísmo y  en últimas se devuelve contra la misma subsistencia de la empresa.

La transición energética que se da en el mundo sucede en pequeño en La Guajira, pero debe ocurrir en grande para nuestro beneficio social. Invito a esos actores a que, junto con los tradicionales, favorecidos hoy por unos precios desbordados del carbón que les brindan unos excedentes de liquidez  sin precedentes, puedan gestar, a semejanza de lo sucedido en departamentos grandes con industrias consolidadas, una organización no gubernamental -ONG-, que me atrevo a proponer con el nombre de PROGUAJIRA, para que sirva de faro en la exitosa transformación indispensable que tendremos. La meta del 2050, como fruto de las Conferencias de las partes -COP-, puede igual servirnos de horizonte en la pretensión de darnos un nuevo aire, el aire verde de los vientos que soplan en nuestro porvenir. Ese sería el verdadero compromiso social de las varias gigantescas empresas que arribaron para quedarse y a quienes les sorprenderá el descomunal cúmulo de necesidades insatisfechas de nuestra península adorada.

No lo miremos como un acto de desprendimiento. En realidad, es una tarea  necesaria que armonice la vida empresarial con la comunitaria, que impulse  la gestación de pequeñas y medianas empresas, que ayude a concentrarnos  en una visión de largo plazo frente a la inestabilidad de los gobiernos regionales, y evite que la macrocefalia del sector público departamental termine dilapidando lo que la naturaleza con tanta generosidad nos ha regalado: la verdadera oportunidad verde para toda La Guajira.