Por Roberto Gutiérrez Castañeda

En nuestro país las noticias suceden con tanta profusión y velocidad que no alcanzamos a analizarlas ni a vislumbrar los riesgos y amenazas que las mismas acarrean. Cuando no son las contradicciones de las propuestas y posturas de nuestro presidente que dice preservar el medio ambiente y autoriza el fracking o la aspersión con glifosato, son las renuncias de los parlamentarios del Centro Democrático para no ser juzgados por la Corte con tal profusión que si continúan y se les aplicara la norma de la silla vacía se quedaría ese partido sin curules en el congreso, son las órdenes de captura de los antiguos miembros del gabinete presidencial del periodo 2002 2010, o la aprobación de la cuarta reforma tributaria a pupitrazos, o la afrenta al pueblo colombiano con el nombramiento en la junta directiva del Banco de la República del causan-te de la más grande movilización de rechazo que registre la historia contemporánea y que genera más repudio del pueblo colombiano, o es el oso a escala mundial oficial en la Feria Internacional del Libro en España, donde Colombia es el país invitado, con la consigna de no permitir la intervención de los escritores que no sean afectos a este gobierno lo que ha concitado el repudio de los escritores de todo el mundo y así podríamos seguir “ad nauseam”. Pero dentro de este maremágnum de iniquidades hay que resaltar la contribución que nuestro gobierno nacional le ha hecho al enriquecimiento del castellano con dos nuevos verbos con sus acepciones : Abudinear o Abudinar como sinónimos de Robar o Hurtar y Duquear con significado de Engañar , Mentir.
Todo esto con la complacencia de unos miembros del parlamento que perdieron la vergüenza, la ética y los más elementales principios morales permeados por las coimas, las transacciones ilegales y el cinismo ramplón.
Pero todo esto que cubre de oprobio y vergüenza no solo a los estamentos oficiales sino a todos los nacidos en este país y a los guajiros a quienes como si esto fuera poco, nos añaden los deshonrosos títulos de segundo departamento con mayor desempleo, mayor índice de pobreza, mayor índice de analfabetismo, mayor número de niños desnutridos y muer-tos por desnutrición, sin gobernador y sin alcaldes en fin un pueblo sin orden ni concierto, con una población indiferente con su suerte e incapaz de solidarizarse con los que alzan su voz de protesta conta la indolencia de los entes gubernamentales y la voracidad de las empresas de servicios públicos asentadas en La Guajira que se han convertido en Cuevas de Rolando para esquilmar el exiguo presupuesto de este pueblo que se debate en la indigencia y la impotencia.

Como si esto no fuera grave hoy asistimos impasibles a la tragedia que se abate sobre nuestro pueblo indígena, nuestra raza ancestral que, cual tragedia griega, se plantea una guerra entre clanes por la intrusión de multinacionales que sin permiso invaden su territorio y enfrenta a los terrígenas a una guerra donde los únicos vencedores serán ellos. Copian los mismos métodos usados por los yanquis para apoderarse de los territorios indígenas de la América del Norte cuando enfrentaron algonquinos contra pies negros o sioux o mohicanos o apaches o comanches y a los sobrevivientes de esa guerra fratricida los exterminaron con las cargas de caballería. Y nosotros impasibles como si esto no nos afectara, más interesados en quienes aspiran a las atípica de todos los pelambres que se realizarán en el departamento por la crónica desinstitucionalización que en nuestro territorio se convirtió en pandemia.

Ni el gobernador ni los alcaldes y muchos menos los HH Representan-tes se han dado por notificados. Solo lo harán cuando se trate de repartir el dinero que esos trabajos deben reportar. El complejo eólico que se monta en el territorio será para nosotros los guajiros lo que el caballo que los griegos regalaron fue para el pueblo de Troya dolor, llanto, desunión familiar, desarraigo territorial, destrucción como pueblo, y el triunfo y el tesoro para el invasor.
Este triste y sombrío panorama parece retratado en un párrafo del libro AKELARRE de Mario Mendoza : “Uno primero se queja y después cree que votando por buenos representes la cosa puede cambiar”.
“Que vá, tenemos que hacerlo nosotros mismos”.