Por Martín López González

Es un hecho probado que la gestión pública depende de la forma de hacer política. No es posible caracterizar el estilo administrativo del alcalde de Riohacha, pues pocos son sus actos de gobierno o desconocidos si los hay.

Tal vez su estilo es la falta total de estilo. ¿Cómo calificar la realización de una tarea si el evaluado no presenta evidencias de lo realizado? ¿Si el pueblo evaluador no tiene conocimiento de lo que se ha hecho o piensa hacer, cómo se podría tener confianza en quienes dirigen los destinos del Distrito? ¿Será que sí tienen claro cuál es la tarea, y si la tienen, será la que Riohacha necesita?

Cada día se hacen menos visibles las acciones de la administración Distrital, no por ceguera comunitaria, sino por inactividad. Para lo que hay que ver, con un ojo basta, como reza el refrán. ¿Para qué el poder distrital si se desconocía totalmente la realidad de Riohacha? ¿Si se ignoran las angustias, necesidades y aspiraciones de las gentes? Ante la ausencia absoluta de claridad conceptual de la problemática social ¿Para qué querer dirigir los destinos de la ciudad?

Si no se está a la altura de los retos que se enfrentan lo más sensato es buscar la asesoría de quienes lo estén. No se percibe por parte de la ciudadanía la mera intención de moverse en ese rumbo. Estamos ante el típico caso de autismo o aislamiento patológico, en este caso no del individuo que se encierra en sí mismo con pérdida de contacto con la realidad, sino del aprendiz de político que pierde todo contacto social con quienes lo eligieron.

¿Cuánto de la revisión del Plan de Ordenamiento Territorial se ha desarrollado? ¿Cómo proyectamos a Riohacha como una gran ciudad si no tenemos esa herramienta? El malogrado contrato de la revisión del POT no es un problema del alcalde anterior, es una situación crítica de Riohacha. Esa es la plataforma estratégica que ha debido utilizar la administración para su programa de gobierno y para priorizar las necesidades de la ciudad. La incapacidad para relacionarse con la realidad social que vive el distrito la ha llevado a perderse sin tener ese mapa de recorrido.

Acertadamente, el POT tiene entre sus prioridades, además de eliminar las descargas de aguas residuales sin ningún tipo de tratamiento en el mar, el río Ranchería y la laguna Salada, el incremento cualitativo y cuantitativo del agua para los hogares del Distrito. ¿Hasta cuándo, Sr. alcalde, estarán los hogares en la obligación de tener su propio y costoso sistema hidráulico: construir alberca, tener moto o hidrobomba, tanques elevados y sistema de purificación; y a la vez pagar altas tarifas por un servicio malo y caro? Malo porque no es potable ni continuo; y caro, precisamente por eso.
Además, a Riohacha le acechan los peores indicadores: 72 mil personas en pobreza extrema (25% de su población), 19.1% de desempleados. El segundo IPC de enero más elevado del país, 2.37% después de Ibagué. La hambruna nos ronda. Ahora tenemos los combustibles más caros debido a las sobrecargas tributarias y la sobretasa del 18.5%. ¿Y qué dice el alcalde? Nunca se ha escuchado preocupación y mucho menos medidas contra tal situación, por parte de la administración distrital.

Todo parece indicar que de la Alcaldía se ha apoderado un proceso de ensordecimiento progresivo ante las opiniones honestas de quienes desean ver a Riohacha convertida en un mejor vividero. Alrededor del poder se forman grupos cercanos, cuyo fin es hablarle al oído al Número Uno, con el afán de convencerlo de su infalibilidad; lo condicionan para no reaccionar ante la crítica, sino a que crea en la lambonería.

¡Nadie puede ayudar ni acompañar al gobernante en determinadas decisiones; ante ellas se halla a solas con su conciencia y entregado al veredicto de la historia!