Como en Comala los fantasmas perviven en el pueblo de Riohacha;  renacen cada  cuatrienio cuando el insepulto cadáver de la corrupción, la mediocridad y el analfabetismo funcional cobran vida en los funcionarios de turno.

Por Roberto Gutiérrez Castañeda

Quienes hayan tenido la oportunidad de leer el célebre libro Pedro Páramo del escritor mejicano Juan Rulfo encontrarán la veracidad de lo expresado por Gabriel García Márquez sobre la influencia que ejerció en su narrativa y la similitud de lo que ocurre en Riohacha con el pueblo fantasmal de Comala.

Cuando el protagonista pregunta al guía por el pueblo que se observa en lontananza, éste responde:  Comala, señor.

Vuelve a preguntar: ¿Y por qué se ve tan triste?

“Son los tiempos señor”. Contesta el guía.

“Yo imaginaba, piensa el protagonista, ver aquello a través de recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió.  Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver”-

Como en Comala el Nobel GARCÍA MARQUEZ utiliza los ojos de su abuela para vislumbrar y descubrir un pueblo que llamó Macondo, donde como el pueblo fantasma Comala suceden hechos inverosímiles que recrean los mitos, creencias y fantasmas propios de los pueblos que en su desesperanza vivifican sus recuerdos.

Como en Comala los fantasmas perviven en el pueblo de Riohacha;  renacen cada  cuatrienio cuando el insepulto cadáver de la corrupción, la mediocridad y el analfabetismo funcional cobran vida en los funcionarios de turno que conscientes convierten la ciudad en el camposanto de sus aspiraciones donde como en Comala los susurros de lamentos semejan las voces de los poetas muertos con actitudes como las  del burgomaestre que cuando se trata de defender los intereses colectivos se convierte en un ser que se sabe que existe pero que no se puede materializar porque desaparece del escenario. Riohacha, como Comala, tiene su fantasma.

El proyecto gasífero Sirius ha revivido el fantasma de lo sucedido en el departamento con los pasados procesos de la explotación de los yacimientos de gas y carbón donde los guajiros hemos sido los menos beneficiados.

Si no aprovechamos la experiencia de los errores pasados y dejamos que la oportunidad que nos ofrece la riqueza de nuestra geografía desfile en suntuosa carroza fúnebre donde yacen nuestras esperanzas para ser enterradas en el camposanto de la frustración, los fantasmas de nuestros antepasados, como en Comala, seguirán removiéndose en sus tumbas ante la indiferencia de nuestra generación y la incompetencia de nuestro burgomaestre que ante la posibilidad de levantar la voz enhiesta de la dignidad en defensa de los sagrados derechos de su pueblo prefiere hacer “mutis por el foro” y cede la palabra a uno de sus funcionarios.

Hago nuestra la expresión de un habitante de Comala, que define nuestro devenir histórico: “Vivimos en una tierra donde todo se da, gracias a la Providencia; pero todo se da con acidez. Estamos condenados a eso”.