Por Nelson Rodolfo Amaya.

La emergencia de que hablo tampoco es sobreviniente. Igual afecta de manera grave las condiciones de vida del millón de habitantes del departamento. Produce desastres humanos, no naturales. Destroza la capacidad de hacer buen uso del dinero del estado, que es de todos, para conjurar las necesidades apremiantes, angustiantes, de las comunidades indígenas y de la población en general.

Es la emergencia de las elecciones y su efecto nefasto en el desarrollo del departamento.

Cada cuatro años, por virtud de los cambios de gobierno que el régimen político colombiano tiene previstos, aparece ese demonio devastador que hace saltar al ruedo a algunas personas serias y preparadas, a otras con un poco menos de cada cualidad, y a unas cuantas sin fundamento alguno para dirigir la gente de su tierra. Por otro lado, se observa un desbalance protuberante: Hay quienes cuentan con preparación, pero carecen de seriedad y honestidad y en la vía contraria, muchos honestos que quisieran estar en la palestra, no encuentran los medios suficientes para lograr elegirse, o al menos ser competitivos en la arena política.

Estos malabares electorales se suceden a lo largo y ancho del país, pero resaltan particularmente en La Guajira, que ha sido el centro de atención de la nación en días recientes, tanto por la declaratoria de emergencia económica que decretó el gobierno nacional para atender la crisis de servicios y social que se vive, como por las diferencias entre este mismo gobierno y la Procuradora respecto de la suspensión del alcalde de la ciudad capital, Riohacha. No estamos brillando por lo bueno.

A la vista de todos, como si fuera lo más normal, las componendas para comprometer gastos extraordinarios en el desarrollo de las campañas pondrán de nuevo en aumento el título hipotecario con el que llegan a mandar.

Destacado mérito le cabe a la periodista Salud Hernández Mora, quien, con su acostumbrada forma de llamar las cosas por su nombre, en una reciente crónica le dio luz a la penumbra en la que se mantienen los usos y abusos de las regalías que entran al departamento.

“La Guajira no es pobre. Aquí lo que hay es plata”. Nada más cierto. Dicho de otra manera, los gobiernos del departamento despilfarran en obras inútiles para luego hacer que la gente se queje por la falta de lo importante y busque culpar al gobierno nacional, sin con esto decir que no tiene enorme responsabilidad por la ausencia de soluciones. Cuando las protestas por la falta de agua, salud, educación, transporte escolar, vías de conexión de las zonas apartadas de la alta Guajira y otras tantas necesidades desatendidas se ponen de presente en paros, bloqueos y protestas, pues hay que recordarles a mis paisanos las importantes cifras que recibe departamento y municipios portuarios y productores, en billones, óigase bien, billones de pesos, para que luego sepan a quien tienen que reclamarle por su mal uso.

La última perla, la describe Salud con crudeza: trescientos mil millones, repito, trescientos mil millones, en estructuras deportivas y otras joyas, recogidas en proyectos impulsados por el anterior gobernador, sobre las cuales ha hecho seguimiento Salud en varias ocasiones. Urumita con piscina olímpica y sin agua. Dibulla con centro de alto rendimiento sin uso, etc.

Sobran ladrones, dice Salud, y hasta donde sé, nadie la contradice, afirmando a su vez que nadie los ataja.

Señores aspirantes a la gobernación del departamento y a las alcaldías: ¿Podrán ustedes comprometerse con no repetir este tipo de acciones? ¿Podemos aspirar a que el dinero de todos sea dinero para todos y no para unos cuantos?

De esta emergencia que sucede cada cuatro años salimos cada vez peor.