La politiquería ha mantenido en Colombia feudos políticos al mando de unos barones electoreros, que mantienen a su alrededor clanes como los del senador Deluque.

Por Martín López González

Produce risas escuchar al senador Alfredo Deluque Zuleta alertar a los colombianos acerca de la inoperancia del ICBF y denunciar que la directora de la entidad no ha implementado los convenios con los operadores encargados de garantizar los alimentos a los niños. Qué descaro; pretende aparecer como el defensor de la niñez guajira, cuando en realidad ha sido el determinador de la contratocracia. Hoy acusa a las directivas del ICBF que otrora manipulaba logrando que el gobierno nacional nombrara personas de su confianza. Al parecer esto se le salió de las manos. Él es un insidioso que reclama con engaños una supuesta gestión en contra de la crisis humanitaria, siendo su proceder político responsable de la misma.

El senador está hablando de “salvar vidas de nuestros niños wayuu”, cosa que ha demostrado en su periplo que no le importan. En eso raya su cinismo, pues sabe en su fuero interno que miente y que su nefasto liderazgo ha hecho mucho daño. Si estuviéramos en un país decente las cosas serían diferentes, pues la Fiscalía General de la Nación tiene engavetado desde hace años el mapa criminal de toda una “organización política” que se roba los recursos de la comida de los niños en el ICBF. Ese ha sido el fortín de plata y votos de Alfredo Deluque Zuleta y su círculo íntimo.

Este habilidoso señor ha pasado parte de su vida aprovechándose de sus cargos, gracias al poder heredado de su padre, pero multiplicado exponencialmente por él. Es tal vez, al mismo tiempo, el politiquero más desvergonzado en la historia de La Guajira y el más transaccional. A pesar de no ser una persona cultivada, ni mucho menos intelectual ha conseguido por caminos sagaces y genuflexos hacer de las suyas para enriquecerse y mantener el poder regional, mientras oprime a aquellos que dice defender y hunde a sus contradictores.

Basta mirar dónde hizo escuela este “político”, su recorrido desde el grupo Nueva Guajira, con sus líderes gobernadores juzgados, procesados y condenados, con los ríos de dinero manejados a través de sus fundaciones precisamente en el tema del hambre de la niñez. El balance del actuar de esa camarilla es lamentable y miserable. En los mismos años en los que funcionarios cercanos a los Deluque han dispuesto del presupuesto del ICBF, se han muerto más de cuatro mil niños por desnutrición. Ellos deberían pedirle perdón a La Guajira.

La politiquería ha mantenido en Colombia feudos políticos al mando de unos barones electoreros, que mantienen a su alrededor clanes como los del senador Deluque. Es allí donde abundan la desnutrición y la baja capacidad y oportunidad de aprendizaje infantil o al enfermar no se tiene una buena atención en salud. Igual, las escuelas son enramadas en una ranchería sin la más mínima evidencia del siglo XXI. A esa periferia nacional olvidada, desconocida y remota no llega el Estado social de derecho; es decir, la dignidad humana, pues las curules de sus congresistas son para negociar prebendas personales.

Siempre escuchamos al congresista Deluque hablar de la construcción de la vía Uribia-Nazareth, una carretera que se necesita con urgencia para conectar al departamento con el resto de Colombia. En más de 10 años no ha conseguido los 119 kilómetros de esta carretera, ni cuando fue presidente de la Cámara de Representante, mientras que en otros lugares del país se han construido carreteras de cuarta generación. Su principal interés ha sido que la maquinaria funcione y que su círculo cerrado y sus familias se perpetúen en el poder a cambio de protección y de puestos en la administración pública. La corrupción resulta imparable cuando se invierten dineros públicos; se hacen componendas y se compran votos.

Escuchar hoy las quejas y denuncias del senador Alfredo Deluque Zuleta en el tema del ICBF, es ver en carne propia los conceptos de descaro, cinismo y desvergüenza que se pueden confundir, pero en su caso esas tres facetas se dan al mismo tiempo, en la misma persona. ¡Tenemos hoy al Diablo repartiendo hostias!