Por Nelson R. Amaya.

No lo niego. Cada vez que me siento a escribir una de mis muy importantes columnas para queridos y tolerantes medios de comunicación regional, estoy seguro que pasaré a la posteridad con ella. No lo he conseguido con las anteriores, muchas, de diversos temas, pero la que viene, la que me mira desde el teclado, será maravillosa. En  la cumbre intelectual desde la que me sitúo observo una cantidad inconmensurable de lectores totalmente dedicados a estudiar con deleite mis profundos puntos de vista y a reenviar de manera frenética e inmediata su contenido a cuantas personas tienen entre sus contactos.  Con algo de soberbia, acompañada de mucha prepotencia, les dejo mi legado para la historia. Ya sabrán qué hacer con él. Es su responsabilidad no la mía.

Estaba disfrutando ese encierro de autoelogio, cuando me llegan las noticias de la intervención petruna en el marco de la reunión anual del Foro Económico Mundial – WEF – en Davos. Tuve que  volver a la realidad. Lo importante es lo importante. Petro locuta, causa finita. Lo mío es pura bazofia y falsos engrandecimientos. La nieve del entorno suizo se derretirá con la sabiduría del patriarca de Zipaquirá.

Como lo anunció Borge Brenden, el presidente del WEF, el evento se realiza en el escenario más complicado en décadas, por las tensiones geopolíticas en un mundo fracturado y geoeconómicas, con algo de mejores perspectivas a las esperadas. Un llamado a la reconstrucción de la confianza perdida, a la colaboración entre países y empresas en medio de los conflictos evidentes y los que presagian algunos pesimistas, hacen de la bienvenida al foro un verdadero reto desde todo punto de vista. El cambio climático, los problemas mundiales de salud, con pandemias emergentes, y el comercio y los negocios, gravitan sobre los auditorios y personajes asistentes, más de 2800 líderes de todo el mundo, que incluyen políticos, académicos y empresarios. Las visiones que se comparten serán de una gran envergadura y sustancia intelectual.  Sus resultados, medidos año tras año, no dejan mucho espacio para creer que la vida cambiará a partir de sus conclusiones.

En todo este enjambre mundial, a nuestro Petro le correspondió su turno para trascender, convencer a todos, no solamente a algunos, de que la mejor esquina de Suramérica tiene la solución a los problemas de cambio climático.  No son lugares comunes los que parquea en su resumen ejecutivo, cuando culpa al capitalismo de la dificultades de las energías limpias para contribuir a las soluciones para detener el cambio de las temperaturas mundiales. La anarquía global propiciada por la búsqueda despiadada por aumentar productividad, dice, pervierte la posibilidad de democratizar las energías alternativas, pues basta el trabajo, sin tecnología ni capital, para pasar el tablero de los combustibles fósiles de encendido a apagado en pocos años. EL potro desbocado del capitalismo arrasa con los cambios para el cambio ambiental.

Supongo traducciones en todos los idiomas de sus sentencias para la posteridad. Menciones y crónicas en varios noticieros, especialmente aquellos especializados en temas ambientales. Ediciones en pasta blanda de su puesta en marcha de la lucha anticapitalista que abandera. La edición del nuevo periódico presidencial será por triplicado, con notas al margen sobre los aspectos más destacados del mensaje universal. Roy Barreras, su excelencia, ya pidió audiencia con su majestad Carlos III para entregarle un pergamino que recoge el discurso completo, autografiado por el sr presidente, de manera que repose en el museo británico, al lado de las figuras faraónicas.

Lo veo, en los videos que nos llegan, convencido de la trascendencia de su discurso, de sus propuestas. No alcanzo a evaluar el eco de la receptividad que tengan, pero apuesto que la crema y nata de los grandes apostadores por el futuro mundial ya deben hacer cola para involucrarlo en sus listas de próceres con casas en la Antártida, de varios millones de francos suizos, repletas de folletos con playas majestuosas que calienten el hígado de sus crecientes seguidores.

Me quedé esperando la referencia del presidente colombiano a los dos temas de mayor interés geopolítico: la paz y la seguridad mundiales. Creo que lo que inquieta a todos en un contexto internacional se acumula entre nosotros desde hace mucho rato, pues de paz no podemos hablar y de seguridad, ésta la entregamos a nuestros delincuentes para que contribuyan a pacificarnos.

Decidí pensar de nuevo la trascendencia de mi columna. Creo que me conformaré con los lectores habituales. Aquellos amigos que semana tras semana me dejan saber que leyeron mis modestas líneas y que comparten mis preocupaciones por el futuro del país, especialmente de mi querida Guajira. Petro no dejará espacio para que nadie más brille. ¡Y no se hagan los sordos!