Eso nos trae al populismo de izquierda latinoamericano de hoy. Acaballados en la desigualdad social, sus discursos engañan en sus países.

Por Nelson Rodolfo Amaya.

Luego de la derrota del eje en la segunda guerra mundial, el mundo se dividió en dos grandes sistemas políticos: el liderado por los Estados Unidos, de corte liberal, demócrata y basado en su enorme capacidad de invertir para recuperar las zonas y países devastados por la conflagración, y el ejercido por la apropiación de Europa del este hecha por Stalin, con una decidida apuesta por controlar desde la fuerza del soviet, no desde la inversión, los acongojados territorios que logró dominar a base de impulsar el socialismo que hervía como propuesta contraria a los derrotados nazismo y fascismo.

Ahí comienza una gran diferencia en la mitad del siglo pasado. Con el control político absoluto, la URSS puso a producir insumos para su beneficio a toda la Europa de su control, en una neo-colonización espantosa.  Rechazaban su régimen, pero no podían hacer nada para librarse de esas cadenas.

Otra cosa se vivía en la Europa de occidente, lejana a la supremacía militar soviética. Sin embargo, aparecieron veleidades comunistoides, fruto de la lectura de algunos de sus “intelectuales”, Sartre entre ellos, que veían la redención en un régimen como el estalinista, y que desconocían los desmanes del salvaje regente en Rusia, cuyas muertes hicieron ver las de la confrontación global una suma ridícula de almas. Se dice sin certeza que con hambrunas y purgas, más de 10 millones de rusos fueron exterminados por su dictadura.

No encontraban como justificarlo. Esos estudiosos de los problemas sociales del quartier latin, bohemios de cachucha, pipa y bufandas y apetito por el caviar bien servido -varios latinoamericanos entre ellos-, en noches largas de buen vino y orgías, escribían en los medios rebeldes la forma como debía interpretarse el tránsito de la monarquía zarista al gobierno del proletariado y cómo hacerlo en sus países.

Hasta cuando no pudieron tapar el sol con las manos. Los desmanes del régimen soviético que se escudaron en la defensa del desfavorecido, les callaron la boca a la izquierda caviar, la del buen gusto y que no arriesgaba nada sino su savoir faire.

Ante el fracaso en Europa, la internacionalización del comunismo llevó a exportarlo a otros continentes y armados, financiados y adoctrinados por los soviéticos, aparecieron los fideles, che´s y otras perlas que decían representar la lucha del pobre contra el rico. Ni más faltaba que fuera uno a elogiar al derrocado Batista, dictador corrupto y criminal. Pero la torta se volteó para quedar los cubanos, ellos sí pobres, en manos de un régimen igual de totalitario y sanguinario que el anterior.  No han podido gozar de democracia nunca en su vida. Les sucede igual que los rusos, que pasaron del yugo zarista al estalinista. Hoy, aún no saben qué son unas elecciones libres.

Eso nos trae al populismo de izquierda latinoamericano de hoy. Acaballados en la desigualdad social, sus discursos engañan en sus países. Adoran la pobreza, tanto que la cultivan pues si se llega a disminuir se les acaba el argumento.

Petro reta a la dispersión de la derecha cuando el liderazgo escasea, tal cual sucede en Colombia 2024. Propone una constituyente para aproximarse al borde de la ley, al punto de exacerbarla, de alterarla, para infundir miedo al régimen, al discurseador que poco a poco pierde credibilidad y cree que gana fuerza. Pierde ideas racionales y gana egolatría. Con todo ello, se aleja de las bases y de las ejecuciones posibles del ejercicio del gobierno, ya que no tiene nada que mostrar más que una terquedad por cambios que no son cambios sino destrozos de lo construido.

Algunos salen, como si se tratara de un cuadrilátero, a volverse los contrincantes del representante latino de la izquierda caviar, la que gusta de lujos para hablar de los pobres. No se trata de ver quien le propina más ganchos al otro. Creo que lo que quiere Petro no es alguien con quien pelear, sino alguien a quien endilgarle su incapacidad para gobernar.

La alteración del proceso democrático con su propuesta solo lleva a ejercer, y en eso sí es un maestro, la concentración de la atención ciudadana en sus discursos y falsedades. Mientras los expertos se apresuran a contradecirlo con cifras y hechos reales, su bazofia ya ha hecho carrera entre muchas personas que piensan que algo de razón lo acompaña para decir, sin sonrojo alguno, lo que desdice del pasado colombiano.

Somos todos unos paramilitares, sostiene. Los que no somos guerrilleros, por supuesto. Y los que viven en El Poblado, barrio importante de Medellín, gozan de mayor privilegio en las diatribas de Petro. Igual sucederá en Bogotá -no demora en hablar desde El Chicó-, cuando lance rayos jupiterinos a los dueños del poder económico que allí residen.

Pero no hemos perdido la batalla contra el populismo. No nos podrá engañar a todos. La desesperanza que inundó la mente de los colombianos en 2022, que llevó a muchos a verlo como una tabla de salvación contra los desajustes del gobierno de la época, no tiene asidero en la pobre trayectoria divagante del presidente, luego de dos años de ninguna ejecución de su programa de gobierno.

No es una constituyente lo que propone. Es un simple ring de boxeo para hablar, denostar y criticar, recordar a Hitler pero no a Stalin, hablar de paz pero como una derrota de la gente honesta y trabajadora.

No va a haber constituyente. Lo tengo claro. .….