Su experiencia y formación académica no le da para dirigir los destinos de un país tan complejo como el nuestro.
Por Francisco Cuello Duarte
Me parece interesante la meteórica carrera de la Doctora Laura Sarabia, que sin tener una hoja de vida de pergaminos extranjeros de las mejores universidades, logre llegar a ser la mujer más importante del gobierno actual.
Lo que sí sabemos es que se trata de una funcionaria joven, diligente, que se mueve como una abeja, especialmente al lado del Presidente. Maneja muy bien la inteligencia emocional y el Arte de escuchar de Julia Camerón. No es una zarina ni tampoco una mujer poderosa. Simplemente es metódica, despierta y habilidosa, que le supo coger la vena a este paciente para que no sienta el puyazo, sobre todo, tratándose de un Presidente soberbio y terco. No le contradice nada, aplicando la estrategia del amante furtivo, para mantenerlo en la órbita del más allá.
Su experiencia y formación académica no le da para dirigir los destinos de un país tan complejo como el nuestro, pues si tuviera una mente brillante, atajaría al jefe del Estado a no cometer tantos errores. Ahora bien, esa confianza la sitúa por encima de los más importantes funcionarios del equipo, lo que le permite ir abriéndose un espacio en el corazón de su jefe en el momento de barajar candidatos, con Francia Márquez, Gloria Inés Ramírez, María José Pizarro y Susana Muhamad.
Hay que aclarar que en Colombia no hay candidatos con votos propios para llegar a la Presidencia. Apenas se ven algunos cachorros haciéndole musarañas (lambonería) al jefe para ir ubicándose muy cerca de su corazón. Los únicos personajes que tienen un capital político propio son Uribe, Petro y Claudia López. Sin embargo, ninguno de los tres pone Presidente, sin alianzas con otros partidos políticos.
Desde el punto de vista legal, y según lo indica el artículo 191 de la Constitución Política, son tres los requisitos para aspirar a la Presidencia de Colombia: ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y tener más de 30 años. No obstante, observo que hay dos elementos importantes en este juego político: la lambonería y la inclinación sexual del candidato o candidata. Sin contar que al perro si lo capan dos veces.
Ganaría la Presidencia quien logre convencer o engañar a más de 10 millones de electores, con una estrategia novedosa, promesas para esta vida y la otra, dinero, besos y mordiscos, y con un jingle que despierte al pueblo colombiano.