Por Kelia Palacio López
José Camilo Pimienta Arismendy ha estado inmerso en los más importantes temas nacionales en la última década, su trayectoria profesional y su pasión por las comunidades se lo han permitido.
El sociólogo riohachero, afrodescendiente, de 31 años de edad lleva más de una década residiendo entre la ciudad de Medellín y la capital del país, vinculado desde su quehacer profesional a una serie de procesos en comunidades en Antioquia, Chocó, Caquetá, La Guajira, entre otros territorios de la nación.
Se ha abierto campo en distintas entidades del orden público, del privado y de la cooperación internacional, siempre en temas sensibles y de vital importancia para grupos de interés, grupos poblacionales, sujetos de especial protección, y fundamentalmente en temas como la cultura, la inclusión, el desminado humanitario, la sustitución de cultivos declarados ilícitos, reparación de víctimas, planificación de la demanda educativa, la juventud y sus espacios de participación, procesos de responsabilidad social empresarial en el marco del mega proyecto Hidroeléctrica Ituango de EPM, entre otros.
Ha sido encuestador del DANE en las comunas de Medellín, auditor de procesos de matrícula de niños y jóvenes en la misma ciudad; integrante del equipo de responsabilidad social empresarial en el marco del mega proyecto Hidroeléctrica Ituango de EPM en una alianza con la Agencia de las Naciones Unidas para las Migraciones, OIM; enlace nacional desde Medellín con la Unidad Nacional de Reparación y Atención a Víctimas, apoyo en el proceso de reinserción de menores víctimas del reclutamiento forzado en Caquetá; también hizo parte de la construcción del manual de convivencia comunitario en zonas donde se ha desmovilizado las FARC, en fin, Pimienta Arismendy ha recorrido la Colombia profunda, la segregada y la olvidada, aportando desde las bases a lo que se ha calificado desde el Gobierno Nacional, como la reconstrucción de país.
Aunque quiso ser abogado, cree que con la sociología está desarrollando su verdadera vocación: aportarle a la sociedad y servirle al prójimo, valores que le inculcó su madre desde muy temprana edad.
En este 2022 termina con una asesoría con el Ministerio de Cultura, allí en la dirección de Poblaciones, profundizó en su empeño de visibilizar los procesos culturales de las regiones más apartadas de Colombia.
Desde el Ministerio, le correspondieron funciones que lo acercaron mucho más a distintos sectores sociales y geográficos del país con problemáticas y potencialidades propias que le dejan múltiples aprendizajes y experiencias.
Fue el responsable de acompañar el diálogo cultural con los grupos de interés y demandas de la población; participó en el diseño e implementación de acciones afirmativas para el reconocimiento de la población desde la diversidad y el respeto; hizo parte del espacio de diálogo interinstitucional poniendo de manifiesto la salvaguarda de los derechos culturales de la población; dentro de sus funciones pudo incidir en la construcción de lineamientos de políticas públicas para los grupos poblacionales y apoyó la articulación intraministerial e interministerial para el diseño de acciones afirmativas con enfoques poblacionales y etáreos desde lo cultural .
Desde su época estudiantil en Riohacha tuvo claro que la clave del éxito es una buena preparación, acompañada de disciplina y empatía, los principales valores que recibió de sus padres en el barrio José Antonio Galán.
Por ello rechaza todo crédito a la suerte para su carrera en ascenso en varios escenarios, cree más bien, que en su caso, la preparación que tuvo en su hogar en lo humanístico le guiaron para proyectarse y seguirlo haciendo, con responsabilidad y dejando en alto su nombre personal, el de su familia y el de la región.
Siempre con la mira puesta en Riohacha, su ciudad, en la última década fuera de ella, no desaprovecha una oportunidad para llegar a su casa materna, saludar a los amigos, dormir a sus anchas y por supuesto, gestionar, relacionarse con las comunidades e idear estrategias para crear un plan de apoyo, solución o acompañamiento. Esos son algunos de sus deleites.
En Riohacha se recarga de energías: “ver el mar, recorrer la Primera y encontrarse con la gente, es parte de nuestra cotidianidad y es de lo mucho que debemos promover para que el turismo sea una consecuencia feliz de nuestra rica cultura”, dice emocionado.
Y es que le apasiona hablar de las potencialidades de Riohacha. Es del criterio de que en la cultura está la clave para el desarrollo de la ciudad. No es una frase vacía, lo conoce al dedillo pues se ha codeado con las comunidades étnicas de Colombia, con sus problemas, con sus costumbres y comparar lo que ha visto en el resto del país con lo que existe en su terruño, lo lleva a la convicción de que, en lo turístico y cultural, Riohacha tiene mucho por explorar.
“Nos falta conocernos, reconocernos, apropiarnos, sentirnos dueños de nuestra historia, de nuestras raíces. Sólo así podremos proyectar lo rica que es nuestra ciudad y lo maravilloso que es nuestro paisaje”. Sostiene.
En su trabajo con las organizaciones de cooperación internacional ha sido pieza fundamental para que, a la ciudad, a los proyectos públicos, lleguen aportes que contribuyan a engrandecer iniciativas en pro de las comunidades afrodescendientes, indígenas y juveniles.
Quienes lo conocen, lo definen como metódico, alegre, excelente conversador, organizado y comprometido. Amante de los vallenatos, bailarín de nacimiento y un conquistado por las redes sociales. Se define así mismo como un riohachero tradicional; de los que conversan con los mayores, usan la camisa por dentro y se llenan de orgullo al expresar sus orígenes.
La cultura es su pasión. Por eso, en su más reciente responsabilidad en el Ministerio del ramo, tuvo injerencia en varios procesos culturales que, por igual llegaron a varios departamentos, entre ellos La Guajira.
En Riohacha el Ministerio, a través de su gestión y apoyo, fue uno de los aportantes para la realización de la celebración de la semana departamental de la juventud, evento que también tuvo el aporte de la dirección de Cultura y Género departamental.
Las palabras le fluyen con el tema de juventud, las etnias y la inclusión. “Mi palabra por estos días es ´tejer´, porque hace falta tejer redes de reconocimiento, de respeto entre comunidades, entre grupos sociales en general, para lograr una mayor visibilización, una apropiación y un desarrollo desde lo propio, desde lo que tenemos. Aunque no soy joven en el rango que demarca la ley, siento que lo soy. Me reconozco joven, pero también afro e indígena, grupos poblacionales que pueden abrirse mayores espacios, pero que sencillamente necesitan esos puentes para cohabitar y tener la relevancia que se merecen en nuestra sociedad”.
Es del criterio que, aunque Riohacha y La Guajira tienen tradiciones antiquísimas, arraigadas y perdidas en otras regiones del país, la falta de organización del sector, de las pequeñas y medianas colectividades culturales, ha sido el talón de Aquiles para que manifestaciones tan representativas como el Carnaval, no adquieran desde Riohacha una mayor proyección nacional e internacional.
Vida familiar
Nació en 1991 en el hogar conformado por Dolcey Jacinto Pimienta y Yander María Arismendy Toro; el padre, nativo de Camarones y su mamá riohachera, pero con raíces en esa misma población. Ambos apegados a los principios de respeto, empatía y mucha disciplina.
Tiene una hermana menor, Yaileth Dayana, quien con 27 años de edad ya es ingeniera sanitaria, especialista en recursos hídricos de la Universidad de Medellín y actualmente labora en una filial de EPM en la capital antioqueña.
Su familia, además de sus padres y su hermana, está conformada por muchas tías. Entre ellas, la tía materna Imera Arismendy y la paterna, Irma Pimienta de Robles, a quienes les agradece los consejos, las vivencias, pero sobre todo la dedicación para alcanzar sus metas escolares.
Y es que al hablar con José Camilo Pimienta Arismendi se nota que tuvo unas bases de la crianza formal y tradicional que por décadas acogieron los hogares guajiros.
“Ambas lucharon desde mis primeros años para que mejorara la caligrafía, no lograron el objetivo, pero en el resto, sí tuvieron éxito”, cuenta entre risas José Camilo, a quien a pesar de su hablar pausado, las palabras y las ideas les fluyen a kilómetros por hora.
Fue alumno del Hogar Infantil Tarcisio Dimeo del que recuerda el nombre de su directora, Ingrid Carrillo Pérez. Allí quizá comenzó a florecer en su carácter su deseo por hacer la diferencia. Recuerda anecdóticamente que el uniforme del plantel era con pantalones largos, pero él, influido por el estilo de su padre, se acostumbró a usar bermudas y así iba al colegio. Era tanta la seguridad con las que las llevaba y defendía, que a la coordinadora le costó convencer a los demás alumnos que no podían copiar esa moda, aunque accedió a que José Camilo la llevara.
Cursó sus estudios primarios en la Institución Educativa Eusebio Septimio Mary. Allí, en la calle 13, en el claustro que se conoce como El Seminario, tiene muchos recuerdos, muchas anécdotas, pero, sobre todo, dejó la impronta de ser uno de los estudiantes con el mayor número de izadas de bandera por su excelente desempeño escolar.
Pasó a la secundaria y fue en la Institución Educativa la Divina Pastora, donde se hizo bachiller, también con un limpio historial de excelentes calificaciones.
En Medellín no solo se enfrentó a una vida sin su familia, sino al desafío natural de tener que esforzarse más académicamente, viniendo de provincia, para alcanzar el nivel y superar como era su deseo, los estándares de calificaciones de su curso. Lo logró.
Actualmente tiene un noviazgo de 4 años con la estudiante de Administración de Sistemas de Salud, Mayra Vanessa Villa López, riohachera a la que conoce desde su infancia.
Cursa una maestría en intervenciones psicosociales en la Universidad Católica Luis Amigó de Medellín y su meta principal a corto plazo es seguir aportándole, desde la sociología a los procesos sociales, comunitarios y culturales del país.