Nos referimos al mal gobierno, la descarada corrupción y la desfachatez de los funcionarios públicos. Parece que se jactaran de su proceder.

Por Roberto Gutiérrez Castañeda

En la edición digital del día de ayer martes 7, el periódico EL TIEMPO titula como “Tormenta” la semana que ha vivido el gobierno nacional con motivo de la desvinculación de tres ministros y la denuncias por el manejo indecoroso de la familia del ejecutivo. Si de tormentas se trata, en La Guajira, y especialmente en Riohacha, ellas no son flor de un día o de una semana o fortuitas sino recurrentes y cotidianas, de tal manera que ya no nos causa extrañeza su ocurrencia sino el hecho de que no se mencionen porque forman parte del entorno parroquial. Nos referimos al mal gobierno, la descarada corrupción y la desfachatez de los funcionarios públicos. Parece que se jactaran de su proceder.  

Cuando no es el Consejo Nacional Electoral, es la Procuraduría, la Contraloría o la fiscalía las que se encargan de despertarnos de nuestro letargo para recordarnos que estamos viviendo en la célebre Cueva de Rolando  de Gil Blas de Santillana en  la que se esconde con su banda para hacer sus negocios sucios, es la naturaleza la que con sus movimientos, convulsiones y augurios nos dice que nuestra inconsciencia y estoicismo para evitar el mal nos está llevando al punto de no retorno en la destrucción de nuestro círculo político, social y en nuestro entorno natural. 

En lo político porque hemos perdido el sentido de selección  para escoger a quienes nos han de dirigir, para ello hemos establecido el patrón dinero para definir candidatos antes que la solvencia moral y la capacidad intelectual; en lo social porque en la sociedad de consumo que nos permea tenemos en cuenta el continente antes que el contenido, no es la moral y el comportamiento ético el que determina nuestra asociación sino el contubernio que produce beneficios económicos; en nuestro entorno natural porque somos como humanos los únicos terráqueos que nos empeñamos en destruir nuestro hábitat. El “memento mori” que los latinos decían al oído de los gobernantes para recordarles que eran perecederos y debían moderar sus costumbres se ha trocado en un acicate para nuestros coetáneos para que destruyan todo aquello que le sobrevive.  

La semana pasada la naturaleza nos dio nuevamente un preaviso de lo que se nos vendrá en un futuro próximo si no tomamos las medidas adecuadas. Dos hechos aparentemente inconexos, pero con un origen común, fueron anunciados, como suele hacerlo la naturaleza, de manera imprevista pero con un subfondo de tragedia: tremó, tembló o se sacudió la tierra en Riohacha y en dos municipios adyacentes, Albania y Hatonuevo,  sus habitantes se enteraron de la merma acelerada del caudal de sus acuíferos, los que están a punto de secarse. 

Como no hay efecto sin causa, encontramos en la explotación de carbones del Cerrejón la génesis de estas perturbaciones geológicas.   

En el año de 1984 después del terremoto de Armenia el gobierno de Belisario Betancur ordena la edición del primer Reglamento Colombiano de Construcción Sismo Resistente el que determina las zonas del país con riesgo de colapso por acción de terremotos, el departamento de La Guajira aparece con  riesgo nulo. Ese mismo año Cerrejón realiza el primer viaje de 150 kilómetros de tren transportando 8.500 toneladas de carbón desde La Mina hasta Puerto Bolívar.  

Para extraer cantidades de carbón hubo de remover gran cantidad de tierra vegetal, descumbrar cientos de hectáreas de bosque nativo y emplear mil toneladas de dinamita por año. La cantidad de dinamita detonada en los más de cuarenta años de explotación de carbón el efecto de la deflagración es equivalente a la acción de la bomba detonada en Hiroshima durante la segunda guerra mundial. Como consecuencia de las oscilaciones e impactos producidos por la dinamita las placas tectónicas de La Guajira, que están divididas por las fallas de Cuiza, Cocinas y Oca, comienzan a vibrar y erosionan y fragilizan las mismas; a su vez los terrenos con alto grado de porosidad que permiten la acumulación de agua y forman los acuíferos se compactan e impermeabilizan. Como consecuencia de lo anterior la base de sustentación de la masa de tierra y rocas sobre las placas se vuelve inestable favoreciendo la posibilidad de ser proclives a terremotos como lo certifican los Reglamentos Antisísmicos de 1995 y 2010 donde La Guajira aparece con probabilidad superior a la media de experimentar terremotos. La densificación y compactación por la vibración de los terrenos aledaños a los acuíferos subterráneos disminuye el área aferente que alimenta su caudal lo que, unido al desvío de los diferentes arroyos, entre ellos el Bruno, explican la alarma de los habitantes del área de influencia del Cerrejón ante la inminente amenaza de la sequedad de sus manantiales. 

El premio que pensábamos nos había dispensado la naturaleza con la explotación del carbón, como le ocurrió a los troyanos con el regalo del caballo de madera por parte de los griegos, se convirtió en tragedia. 

Todo lo anterior unido a la indiferencia ciudadana forman la tormenta perfecta en la que se encuentran subsumidas Riohacha y La Guajira.