Por: José Soto Berardinelli

La fatalidad que ha traído el COVID 19 acaba de asestarnos otro duro golpe al corazón de nuestros afectos. Ya suman catorce familiares, muy cercanos, que este virus maldito nos ha arrebatado de manera inesperada. Seguramente no hay familia guajira o colombiana que no haya padecido el dolor inmenso de ver morir en esta pandemia a seres amados. En esta ocasión se llevó a Loretico. Un hombre bueno. Muy bueno.

La vida me dio el privilegio de conocernos desde niños. Hicimos la travesía de nuestras propias existencias en la cercanía de una amistad moldeada por la integridad y el mutuo respeto. Conocí las características de su talante, de su calidad humana, de su temperamento. Loretico fue un gran hijo, un extraordinario hermano, inigualable padre; pero, sobre todo, un esposo muy especial. El gran amor de su vida fue Tina, mi prima hermana. Ellos, desde muy jóvenes, construyeron un matrimonio de amor indescriptible. Él tenía vocación innata de empresario, trabajó con éxito las actividades de transportador, de ganadero y comerciante. No obstante, creo sin duda que la actividad que ejerció con más pasión, sin aparecer nunca, fue la política. Hizo política de manera discreta cada día de su vida. Amó esta actividad por su deseo permanente de servir a la gente y sobre todo porque amaba a Tina. Ella tiene una heredada y arraigada vocación política y él quiso complacerla dándole un respaldo permanente y constante hasta hacer de esa actividad la gran pasión de su vida.

Conocí de cerca ese periplo. Cuando Tina aspiró en dos ocasiones a la alcaldía de Barrancas estuve a su lado. Admiré entonces la grandeza del espíritu de su esposo. Aceptó las derrotas con inefable serenidad, sin chistar, sin amarguras. Las entendió como un proceso de aprendizaje que serviría para cosechar los triunfos electorales que vendrían después. Doy fe de la grandeza de su talante frente al tropiezo. En esos procesos es cuando más conocemos la naturaleza humana.

A Loreto le sobraban cualidades. Ahora que él viajó al encuentro de Dios, espero que su ejemplo y sus enseñanzas le sirvan a Tina y a sus hijos para sortear los momentos difíciles que su inesperado deceso debe causar. Las oraciones que hice para pedirle a Dios que prolongara la existencia de sus años las repito hoy deseando que Tina y sus hijos, mis sobrinos, tengan la fortaleza necesaria para seguir escribiendo una historia de logros positivos para nuestra sociedad. Vienen momentos difíciles en los que es necesario blindarnos en la seguridad de que hemos actuado bien y en las certezas de la fe.