El pueblo de La Guajira y en especial el de Riohacha no podía ni puede ser ajeno a estos principios.

Por Roberto Gutiérrez Castañeda

Según Wikipedia el “Condicionamiento clásico es un tipo de aprendizaje que implica respuestas automáticas o reflejas, no conductas voluntarias”

Este condicionamiento tiene origen en las investigaciones del fisiólogo ruso Iván Pavlov quien había observado que tras poner alimentos en la boca del perro que estaba investigando, éste empezaba a segregar saliva. Al realizar el experimento en repetidas ocasiones observó que su presencia causaba que el perro empezara a segregar saliva sin tener la comida presente, pues había aprendido que cuando Pavlov se presentaba en el laboratorio iba a recibir comida. Pavlov llamó “reflejo condicionado” la salivación que se producía tras esta asociación.

En la segunda guerra mundial durante la invasión alemana a los territorios de la Unión Soviética los tanques alemanes causaban bajas apreciables al ejército rojo mal equipado y peor entrenado. Aplicando los experimentos de Pavlov adiestraron manadas de perros hambrientos a conseguir alimento debajo de tanques metálicos y ante el avance de los Panzer, como se llamaban los tanques alemanes, amarraban bombas explosivas en el lomo de los perros que ansiosos se introducían debajo de los vehículos las que al rozar con el blindaje explotaban y destrozaban el tanque. Como efecto colateral de este invento los alemanes temían la presencia de los perros.

Este modelo de estímulo-respuesta o aprendizaje por asociaciones llevó al psico analista John Watson a proponer que las emociones también se aprendían mediante la asociación condicionada y que las diferencias en el comportamiento entre humanos eran provocadas por las distintas experiencias que cada uno vivía”.

El corolario de Watson al experimento de Pavlov tiene más aplicación en dos posiciones casi similares en su concepción. Las congregaciones religiosas y las alas extremas de los partidos políticos, cumpliendo además con el principio axiomático de la tangencia de los extremos. Ambos colectivos a sus maneras practican la sentencia del Padre Gaspar Astete quien en su texto de religión decía que “la única iglesia verdadera era la católica fuera de la cual no había salvación”.

El pueblo de La Guajira y en especial el de Riohacha no podía ni puede ser ajeno a estos principios y vemos cómo personas privilegiadas de la comunidad por su condición de profesionales muchos e intelectuales algunos, se obcecan y pierden la capacidad de sindéresis porque algunos de su círculo piensan diferente. El estímulo emocional despierta el reflejo condicionado y cual Savonarolas criollos arman la hoguera del dicterio, el insulto, el descrédito y la desconsideración en la que han de quemar al hereje que se atrevió a pensar diferente. Los incendiarios del libro Farenheit 451 de Ray Brabdury les quedan chiquitos.

Algunos, hay que decirlo, toman esa actitud para somatizar los pecados cometidos en épocas pasadas. Al flagelar, se flagelan; como los penitentes de Santo Tomás.