Un principio para los hombres dedicados a este oficio ancestral es que la riqueza más grande del ser humano está en la vida.

Por Hermes Francisco Daza

“Los palabreros no son jueces, árbitros o conciliadores; son intermediarios que pueden ser mediadores. Ellos son portadores de mensajes, y no actúan de oficio. El palabrero evalúa la ascendencia real o potencial sobre la familia a la cual llevará el mensaje; también considera si los conoce, o si tiene alguna afinidad, porque el palabrero tiene que ser neutral”.

Así define el antropólogo Wilder Guerra Cúrvelo el papel que desempeña el palabrero, una persona que en el entorno de la cultura Wayuu es el encargado de resolver los conflictos a través del dialogo. Las tareas de un palabrero van desde la celebración de un matrimonio, hasta el ajuste de penas por asesinato o robo.

A la hora de mediar en un conflicto social o familiar, estos personajes miden la hoja de vida de los comprometidos en la situación a resolver. “Si son correctas, que suelen arreglar por la vía pacífica sus problemas, o por el contrario, son personas soberbias que pueden dar una mala respuesta, incluso, ser descorteses y amenazantes con el palabrero. De esa evaluación, decide si acepta o no el caso encomendado”.

Recuperación de valores humanos

Según lo manifiesta Guerra Cúrvelo, los indígenas Wayuu tienen sus propios valores, los cuales pueden coincidir o no con lo que hoy se considera el conjunto universal de los derechos humanos y la normatividad al respecto. “Los valores que más promueve el palabrero Wayuu, y en general, los Wayuu como pueblo, son la vida, la libertad y la paz”.

Un principio para los hombres dedicados a este oficio ancestral es que la riqueza más grande del ser humano está en la vida, y por eso los palabreros Wayuu dicen: ‘Nada es más pobre que un rico muerto’. “De manera que el hombre más limitado en recursos materiales puede encontrar la fortuna que le fue esquiva durante toda su vida. Todo se puede dar en la vida de un hombre, pero ese cambio sólo se produce si él está vivo”.

La libertad para los Wayuu significa que la tierra puede ser grande, amplia y extensa, pero así es para el hombre que no tiene enemigos y conflictos. Por el contrario, el planeta tierra es muy pequeño y reducido para la persona que tiene problemas, porque no tiene libertad para andar por los caminos y siempre estará perseguido.

“El hombre conflictivo, dicen los Wayuu, ve la tierra reducirse a sus pies, la tierra se empequeñece. Por lo tanto, ellos definen la paz como la capacidad de poder encontrar los caminos”.

De acuerdo al concepto de este investigador que ha laborado con el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), el INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) y el Instituto Humboldt, entre otras instituciones, la paz es el más grande de los valores del Pueblo Wayuu porque está entremezclado con la vida y la libertad. “La paz se entiende como la capacidad de vivir en armonía con los demás seres vivos. Por eso, decía Torox, uno de los grandes palabreros guajiros, primo del cacique José Dolores, cuando iba a proponer un arreglo explicaba: en tu corral pastan 40 caballos, porque no tener 80; tienes 200 ovejas en tus pastizales, porque no tener 400. En tus manos está la riqueza y la paz”.

Solución de conflictos

Los palabreros Wayuu, al igual que los jueces sajones, están obligados a conocer los casos como el derecho consuetudinario anglosajón, deben estudiar las historias de las disputas y cómo se solucionaron. Existen estilos de palabreros y arquetipos, el palabrero seductor y demasiado firme e intrigante, y el palabrero chistoso.

“Quiero mencionar el caso de Francisquito Sierra, conocido como Maa’alakiish, que no ofició como palabrero todo el tiempo, sino que ocasionalmente arreglaba casos, quien siempre le hablaba a los Wayuu de una de las guerras más cruentas que hubo en la frontera con Venezuela”.

Entonces, Wilder recrea el caso de un pasajero Wayuu que se iba a montar en un bus, discutió con el conductor por el valor del pasaje que era de un bolívar, como resultado, uno de los dos murió y las familias se ‘enzarzaron’ en una guerra sangrienta que dejó muchos muertos. Al final, cansados de tanta guerra, y gracias a la intervención de los palabreros, decidieron arreglar sus asuntos, se pagaron mutuamente todas las ofensas y salieron a relucir millones de bolívares, vacas, cabras y collares.

El palabrero Francisquito Sierra decía: “Miren, si se hubiera pagado ese bolívar del pasaje se hubieran ahorrado vidas y dinero, por eso la importancia de ser pacífico y tolerante”.

Sistema normativo

Manifiesta Guerra Cúrvelo que son los antropólogos quienes se han ocupado de estudiar los sistemas normativos de los Pueblos Indígenas, estableciendo su relación como organización social y política de un determinado pueblo, estableciendo su vinculación a lo que se conoce como la etnografía del habla, es decir, cuáles son los artificios retóricos que utilizan.

“Los antropólogos se centran en la idea de que el lenguaje es más que un vehículo de comunicación. Es una herramienta transformadora de las relaciones sociales. Con el lenguaje construimos relaciones sociales pacíficas y armoniosas, o también relaciones conflictivas, como suele pasar entre los estados”.

Wilder Guerra Cúrvelo, quien se desempeñó como director del Observatorio del Caribe, un centro de investigación constituido por todas las universidades públicas de la región, sostiene que el palabrero es sólo una figura dentro del sistema normativo Wayuu. “Están los oyentes del proceso, que son las cintas magnetofónicas, que van a escuchar en silencio y a dar fe de lo que se dijo. Nadie podrá alterar lo que dijo el palabrero, porque para eso están estas personas”.

Credibilidad del palabrero

El nivel de credibilidad de los palabreros siempre ha sido diferencial, es decir,  dependerá mucho de la conducta, la honradez, la eficiencia y la capacidad de retórica que posea. Siempre han existido palabreros muy prestigiosos, y otros no tanto, pero hoy en día se corren más riesgos que antes, porque muchos Wayuu se han occidentalizado y perdido sus valores. “Ahora veo jóvenes palabreros que no han estudiado, que no se han formado en el tiempo y no tienen la experiencia, así tengan las ganas, pero les falta conocer”.

Gracias a su experiencia académica en la elaboración de módulos sobre los derechos fundamentales de los Pueblos Indígenas, legislación internacional y protocolos indígenas, Guerra Cúrvelo cuenta con la capacidad para afirmar que “hay que estudiar el fundamento mítico de ser palabrero, cómo se formaron los clanes, cuánto se debe cobrar por una ofensa moral, entre otros aspectos; hay que entender los principios del sistema normativo y los respectivos procedimientos a utilizar”.

El palabrero normalmente no es un hombre adinerado, es una persona de clase media que busca la paz. Lo que un palabrero tiene es un prestigio, honesto y trasparente.

La principal enseñanza que los palabreros Wayuu le dejan al mundo es todo un sistema normativo tradicional, es la importancia de la paz, de la vida y la libertad. “La solución a las disputas es por el dialogo, que las disputas se arreglan conversando, que podemos tener una guerra larga y prolongada, pero que finalmente terminaremos sentados para hablar”.

Wilder Guerra Cúrvelo considera que han existido avances en el reconocimiento y la comprensión de la diversidad de los Pueblos Indígenas en Colombia, por eso, la gran conclusión para este investigador es que existen formas civilizadas de encontrar el camino de la paz, y que la violencia no es el camino para eso, lo que constituye la gran lección que los palabreros Wayuu le entregan al mundo.

Frase para resaltar: “El hombre conflictivo, dicen los Wayuu, ve la tierra reducirse a sus pies, la tierra se empequeñece. Por lo tanto, ellos definen la paz como la capacidad de poder encontrar los caminos”.