Por Marco Tulio Anicchiarico Robles

José Prudencio Padilla, General de Brigada y Comandante del Tercer Departamento de Marina, zarpó de Cartagena para iniciar la campaña del Lago de Maracaibo, con destino a Riohacha a donde llega el 24 de noviembre de 1822 y zarpa el 22 de marzo de 1823, dura en su tierra cuatro meses, a bordo de la carabela Constitución, su buque insignia.   

El Poder Ejecutivo de la Gran Colombia, deseando deshacerse del inminente peligro que representaba el Brigadier Francisco Tomás Morales y el Contralmirante Ángel Laborde Navarro y sus 1.200 soldados en 14 navíos, resolvió enviar contra él tropas de tierra y mar, confiando al Comandante General del Departamento del Magdalena, General Mariano Montilla, y al Comandante General del Tercer Departamento de Marina, Almirante José Prudencio Padilla, las Comandancias en Jefe de las respectivas expediciones. El realista Morales formó un ejercito no solo con 1.000 o más hombres de tropa que saco de Puerto Cabello, sino también con una porción de indios a guajiros de fusil, que logro incorporar por medio de pago de ropa y otros efectos. La alianza de los guajiros con los españoles sus ancestrales enemigos, respondía a intereses personales, para ellos ésta era su guerra.   

Con el objeto de hacer la campaña naval, Padilla zarpó de Cartagena en la Escuadra Republicana compuesta de 5 bergantines; 8 goletas, y una respetable División de Fuerzas Sutiles y 1.312 soldados bien equipados. La escuadra realista tenía once embarcaciones, bergantín, goletas, tres piraguas, dos grandes flecheras y seis faluchos, y catorce menores, dos pailebotes y ocho piraguas y 1.610 hombres.   

Recordamos que doscientos años atrás, en 1823, se realizó la batalla naval del Lago de Maracaibo, para conmemorar la mayor de todas las celebraciones del Bicentenario, la definitiva independencia de la Nueva Granada; cuando los primeros arreboles de la aurora del 24 de julio apenas permitían distinguir los colores de las banderas colombianas y españolas, los comandantes de los buques republicanos ya estaban en disposición de ataque a los realistas.

La gesta libertadora que llevó al héroe naval, gran marino riohachero José Prudencio Padilla a desafiar el fuego cruzado de las baterías de defensa realista, en la proeza conocida como el reforzamiento de La Barra, para luego sortear los peligros a la navegación que imponía el paso de El Tablazo, en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, fue la que selló las maniobras tácticas navales que llevaron a la derrota de la flota española.

A las 10 y 30 de la mañana de este día, Padilla, con el vigor de su templado carácter se dirige a las tropas diciéndoles: “Esta próximo el momento en que nuestras fuerzas enfrentaran a las del enemigo para decidir nuestro futuro destino. Conciente de la misma tenacidad, intrepidez, audacia y valor con que lo habéis hecho en otras oportunidades, los laureles del éxito coronarán nuevamente nuestros esfuerzos.  El Teniente de Navío, Francisco Padilla, hermano de José Prudencio, fue destacado con las fuerzas sutiles al río Socuy.  

A las tres y cuarenta y cinco de la tarde abrieron los fuegos de cañón y a muy poco rato el de fusilería, ebrios de coraje y en impulso de exterminio dan comienzo al abordaje; la humareda de los disparos, la sangre y la pólvora tejen un manto de confusión que cubre de luto el bélico escenario del lago maracaibero.     

En la memorable batalla la flota patriota cruzó la barra y con el viento a su favor, y antes de que los realistas pudiesen levar anclas, los atacó logrando apresar sus embarcaciones: después de una lucha feroz, se combatió con valor, denuedo y sin descanso de parte y parte, que duró unas tres horas, pero al final de la tarde los españoles emprendieron la retirada, realistas tuvieron 800 bajas entre muertos y heridos y 438 prisioneros, de los cuales 69 eran oficiales, casi toda la escuadra hundida a excepción de tres goletas y algunas embarcaciones ligeras hechos por los patriotas, Morales, acosado por todas partes, tuvo que capitular. A su vez los patriotas, 44 muertos, inclusive 8 oficiales y 120 heridos.       

Esta gran batalla naval, hizo desaparecer para siempre el pabellón de España del Caribe y alejó cualquier vestigio o intención de reconquista realista y ejerció una influencia decisiva, política y militar en los destinos de Venezuela y Colombia.

Doscientos años son una ocasión propicia para rememorar con un homenaje de cariñoso respeto a los compatriotas criollos que lucharon con brío y con fe  por la libertad de Colombia: José Prudencio Padilla, Francisco Padilla, Jean Bellagarde, Cristóbal Guerrero, José Vargas, Benigno Almazo, Francisco Padilla López, Lorenzo Francisco Gómez Amaya, José María Gómez Coronel, Manuel María Cotes, Magdaleno Pacheco, Manuel González, Tomás Rodríguez, los hermanos Lucas, Juan de la Rosa y Lorenzo Francisco Gómez Amaya de las Fuerzas Sutiles, que así se llamaban las fuerzas navales menores y Juan Rosado, valientes oficiales guajiros, que acompañaron a Padilla en esta batalla y los valores de heroísmo y patriotismo, que nos son comunes para reflexionar sobre los derechos y las responsabilidades contemporáneas, para que nuestra democracia no sea sólo una remembranza sino una realidad, un proyecto colectivo mejorado con cada acción ciudadana.

Al conmemorar el bicentenario de la Batalla del Lago de Maracaibo, gesta heroica que marcó un hito en la historia colombiana y venezolana y la Marina de Guerra de Colombia, el cual es hoy un activo estratégico para la defensa de los intereses marítimos del país, resulta indispensable motivar a las nuevas generaciones de guajiros a conocer y reivindicar la memoria, ejemplo y honor a todos los guajiros que han efectuado gigantescas contribuciones a nuestra patria y están sepultados bajo el polvo del olvido.     

Tuvo tanta significación y trascendencia lo ocurrido este glorioso hecho de armas por las fuerzas navales. Fue el sello definitivo de la libertad absoluta de Colombia y Venezuela. Y allí surge Padilla. En su espíritu, en su férrea voluntad de guerrero, comparece Colombia a devolver a Venezuela, en la lucha solidaria aún inconclusa, la participación que sus oficiales y soldados tuvieran en los campos de Boyacá para confirmar nuestra voluntad soberana. Liquidaron con estas tres batallas, definitivamente los últimos centros de dominio realista en el norte colombo-venezolano, por lo que cerraron el ciclo heroico de nuestra independencia.