De los mares el mero y de la tierra el carnero, dicen los españoles, orgullosos de la buena preparación que hacen de los lanudos habitantes de sus también secas zonas.

Por Nelson Rodolfo Amaya

Al celebrar la buena ocurrencia de hacer una vaca para recoger un dinero que voluntariamente aporten ciudadanos con el propósito de llevar a cabo unas obras paisas planeadas, estructuradas y luego puestas en incertidumbre por la férula enfermiza del criterio presidencial, nada se me ocurre diferente de buscar algo similar para nuestra querida guajira.

Con algunas adaptaciones. El cuadrúpedo debe ser uno más común en nuestras praderas secas del norte del departamento, extendidas hasta la media guajira, como un factor, un símbolo, de aglutinación de propósitos comunes entre los gobiernos regional y municipales, las empresas de gran capital asentadas en el departamento y los pequeños empresarios, desafortunadamente poco organizados, pero no por ello con posibilidades de hacerlo.

La cabra y su prima la oveja son los proveedores de una gran riqueza peninsular. Su leche, su carne y su cuero hacen de la vida allá algo más que llevadera. Las estadísticas nos muestran cerca de 3 millones de ejemplares entre los dos, es decir 3 por cada habitante del departamento, que concentra el 85% de los caprinos nacionales y el 45% de los ovinos -Censo del ICA/22-. Aun cuando existen algunos esfuerzos por mejoramiento de razas para la obtención de mayor peso y leche, que buscan industrializar esta actividad, sus desarrollos son aún incipientes. Se exportan a las islas cercanas, acostumbradas al sabor de su carne.

El país en general no ha sido dado al consumo del carnero, como sucede en otras latitudes, pero vale la pena imaginar que con una masiva operación de su crianza puede La Guajira encontrar un renglón importante de generación de riqueza que incorpore consumo nacional y exportación de productos derivados de la leche ovina y caprina, al igual que estimule trabajo de los wayúu y otra mano de obra no especializada.

De los mares el mero y de la tierra el carnero, dicen los españoles, orgullosos de la buena preparación que hacen de los lanudos habitantes de sus también secas zonas. Y vale la pena un comentario sobre la buena condición de nuestro producto guajiro. En efecto, los carneros abundan en el mediterráneo, como alternativa para pastoreo de animales pequeños en zonas con poco pasto y casi nula posibilidad de criar bovinos. Su comida es la misma en toda la costa y su sabor muy parecido. Imposible distinguir un cordero griego de uno turco o uno español. Todos tienen en su carne el sabor que le impone su régimen alimenticio. El nuestro goza de las mismas condiciones, de ahí que se sabor sea estupendo.

Así que ¿por qué no constituir una Empresa de Desarrollo Caprino y Ovino en La Guajira -EMDECO-, que asuma con planeación, organización y gerencia coordinada por el sector privado y el público el volver a nuestra zona un ejemplo de aprovechamiento de su condición semidesértica con algo productivo? Esta industrialización sería de enorme beneficio y complementaría los esfuerzos en suministrar agua de forma organizada y permanente a los habitantes de los municipios en donde se concentra la mayor cantidad de estos animales, que son Uribia, Manaure y Maicao, los más necesitados de agua y condiciones sanitarias decentes, que devuelvan la fe en el estado a los guajiros.

Digo esto al oído del grupo AVAL, cuyo presidente ha sido enfático en la bondad que genera una adecuada cooperación con el gobierno, si se ponen de acuerdo para hacer de una sentida necesidad un propósito común.

Es más, de hacerse realidad una iniciativa de este calibre, les aseguro que pueden colocar acciones entre los guajiros para facilitar una vaca para la oveja y la cabra guajiras.

¡De a millón! Hasta los paisas pondrían si hay buena y transparente gerencia.