Todos están haciendo lo mismo: no hay innovación ni propuestas que impacten las redes sociales y que motiven al elector.
Por Francisco Cuello Duarte
Acabar con la compra venta del voto en este país es como tratar de eliminar la pobreza en el mundo o la tristeza como señala Diomedes Díaz en su famosa canción, Sin medir distancias. Quien así lo prometa, o es un líder populista o tiene serios problemas mentales, pues la compra venta del voto hace parte del mercado electoral colombiano que se comercia cada cuatro años, como un deporte nacional, en el marco de un festival colectivo donde la economía se dinamiza en un 25% con relación a otros tiempos de normalidad, pues de la política todos comen, unos más que otros.
Sin embargo, este año es el de las vacas flacas pues hay recesión económica. No hay dinero en abundancia y miles de candidatos andan como sonámbulos buscando patrocinadores o fuentes de financiación que no aparecen por ningún lado. Todos están caminando, haciendo puerta a puerta y prometiendo este mundo y el otro, saludando a quienes no conocen. Todos están haciendo lo mismo: no hay innovación ni propuestas que impacten las redes sociales y que motiven al elector. Ahora bien, para aquel candidato acostumbrado a comprar votos ¿qué posibilidades tiene de triunfar cuando carece del dinero como lo hacía antes? En mi pueblo, por ejemplo, de doce candidatos a la alcaldía, ocho ya cogieron caño abajo, rumbo a Bocas de Ceniza.
Sobre este tema, recientemente realizamos una investigación en un pueblo de pescadores de la región sobre, ¿por qué ellos, en su gran mayoría, vendían su voto? La respuesta fue contundente: “se lo vendemos por odio y también por amor. Cuando nos cae bien el candidato, le vendemos el voto y votamos por él; pero si nos cae mal, también se lo vendemos, pero votamos por otro”, dijo socarronamente el curtido pescador artesanal.
Así las cosas, miles de electores se quedan con el dinero del empresario político que cree que repartiendo alegremente esos recursos va a conseguir los votos necesarios para ganar las elecciones. El dinero se lo reciben, pero mucho votan por el candidato de su preferencia.
En nuestro criterio, esta es una enfermedad de nuestra cultura política que se puede curar paulatinamente con la creación de Escuelas de gobierno y liderazgo, para enseñarle a la comunidad cómo votar bien y elegir al mejor candidato, inteligente, transparente y dinámico.
Porque elegir a un mal gobernante es un suicidio colectivo.